
La identidad que viene del futuro
Sasha Volkoff1
¿Quiénes somos? Para responder esta pregunta recurrimos al paisaje cultural en el que hemos nacido y nos hemos formado, a nuestra biografía, nuestro carácter, nuestros estudios, nuestros gustos musicales, etc. ¿Qué pasaría si en lugar de mirar al pasado miráramos al futuro, y en lugar de decir “yo soy tal cosa” dijéramos “yo quiero ser tal otra”? En una época de reafirmación de las identidades culturales heredadas, nosotros reivindicamos el futuro, la libertad de elección, como eje identitario.
¿Quién soy? Se supone que Sócrates decía aquello de “conócete a ti mismo”, pero yo me pregunto: ¿quién es ese sujeto que se debe conocer a sí mismo? Si me miro al espejo, me reconozco (casi siempre), si veo mi nombre escrito, me reconozco. Hay infinidad de situaciones en las cuales me reconozco; por lo tanto, parece que tengo muy claro quién soy. Sin embargo, a la hora de responder a la pregunta inicial uno duda… ¿quién soy? Solo tengo respuestas predefinidas cuando se trata de una pregunta superficial, como la que hacen en la recepción del médico, o en el check-in del mostrador de una aerolínea. Pero si hago la pregunta con cierta profundidad, la respuesta no surge fácilmente. Además, compruebo que la respuesta cambia según el momento. ¿Después de comer, con la panza bien llena, soy el mismo que era hace un rato, cuando me sentía famélico?, ¿soy el mismo antes, durante o después de una discusión?, ¿y si en lugar de una discusión se trató de un acto de amor? Nosotros no vamos a buscar una respuesta a esta pregunta hoy; lo que vamos a proponer es cambiarla por ¿quién quiero ser?
Cuando conocemos a alguien, solemos presentarnos diciendo en primer lugar nuestro nombre; a continuación, dependiendo de la circunstancia, indicamos de dónde venimos, a qué nos dedicamos, nuestra situación familiar, etc. Lo del nombre parece bastante razonable y práctico, porque así le decimos a la otra persona cómo se puede dirigir a nosotros, facilitando la relación. En cuanto al resto de información, suele estar referida a aspectos de nuestro pasado y nuestro presente. Todavía no conozco a nadie que se presente diciendo “Hola, me llamo Fulanito y me gustaría dedicarme a la pintura” o “soy médico, pero me gustaría dejar de trabajar y poder viajar por el mundo”.
Mucho más radical es la situación cuando tenemos que rellenar algún formulario, tanto si es oficial como si no lo es. Inmediatamente después del nombre y algún tipo de identificación oficial, viene la fecha y lugar de nacimiento. En realidad, con estos pocos datos ya podemos dar por identificada a la persona. “Roy Batty, nacido el 8 de enero de 2016 en Marte, androide de la serie Nexus-6”.
Sea cual sea nuestra biografía, nuestro nombre junto con la fecha y lugar de nuestro nacimiento nos marcan. ¿Está aquí la esencia de nuestra identidad?, ¿somos un producto de la coordenada espacio-temporal en que nos tocó nacer? Está claro que la fecha y lugar de nacimiento nos dicen muchas cosas sobre el ambiente en que le tocó nacer, y seguramente criarse, a una persona. No es lo mismo haber nacido en Alemania en 1930, justo antes del acceso al poder del nazismo, que haberlo hecho en 1950, después de su derrota; ni es lo mismo nacer a comienzos del siglo XXI en un lugar pobre del África negra o en la rica y próspera Noruega, o haberlo hecho en España en plena Edad Media, en la América precolombina o en la Roma imperial. Si además podemos aportar algo más de información sobre la situación social en que se nació, con más probabilidad nos haremos una idea de algunas características de esa persona. Estamos describiendo situaciones socio-culturales diametralmente opuestas, con creencias religiosas, supersticiones, ideologías políticas o paradigmas científicos completamente diferentes. No obstante, en todos esos lugares podríamos encontrar personas con aspiraciones similares. Donde su pasado los condena a ser irremisiblemente diferentes, su imagen de futuro podría unirlos.
Estamos diciendo que habitualmente definimos la identidad de una persona a partir de hechos de su pasado, empezando por su nacimiento y, de hecho, así es como solemos vernos a nosotros mismos. Sin embargo, esto no es más que una posibilidad. En la actualidad, se dicen cosas como “somos lo que comemos”; hay mucha gente preocupada por aquello que come, sobre todo en aquellas sociedades en las que la comida está al alcance de la gran mayoría, porque lamentablemente en otros lugares todavía se come lo que se puede. Volviendo a nuestros amigos más ricos, parecería que la identificación principal es con el propio cuerpo, con aquello que lo alimentamos; si como lechugas o zanahorias seré un tipo de persona, mientras que si como grasas saturadas seré otro tipo muy distinto.
Nosotros aprovecharemos este escenario para proponer una alternativa. Podríamos intentar definir la identidad a partir de las aspiraciones futuras; en concreto, podríamos intentar vernos a nosotros mismos con el prisma de aquello que queremos hacer, de cómo queremos ser, de la situación en que queremos estar, de aquello que queremos legar para las generaciones futuras; finalmente, de cómo queremos continuar después del fin de la vida de nuestro cuerpo. Las aspiraciones futuras nos indican el camino del quehacer diario; por lo tanto, al tomarlas como base, estamos tomando como base también el hacer.
De este modo, al conocer a alguien uno se podría presentar como “hola, me llamo Fulanito y quisiera erradicar las armas nucleares del planeta”; “hola, me llamo Menganita y me gustaría que todas las personas nos sintiéramos y nos tratáramos como hermanos”; “hola, me llamo Zutanito y aspiro a que haya libertad total para elegir el género y el tipo de relaciones sexuales que uno quiera”, y así cada uno se identificaría con aquello a lo que aspira. También podría haber presentaciones más íntimas: “hola, me llamo K y quisiera tener menos miedos”; “hola, me llamo X y me gustaría amar a toda la humanidad”; “hola, aspiro a tratar a los demás como quiero que me traten y para empezar no quiero identificarme con ningún nombre”.
La pregunta por la propia identidad es una pregunta muy antigua del ser humano, que apunta a su esencia, a aquello que lo define como tal, y en el plano personal a aquello que me define a mí mismo. Evidentemente, no podemos reducir semejante tema a un único aspecto, referido a las aspiraciones futuras; además, por lo visto hasta ahora hay multitud de elementos que contribuyen a definirla. Por lo tanto, nos conformaremos con destacar un aspecto que nos parece muy importante: la identidad es un significado intencional dado por nuestra propia conciencia; no se trata de algo estático, determinado por ciertos parámetros fijos, sino de algo absolutamente dinámico y dependiente de nuestra mirada intencional. De hecho, al proponer basar nuestra identidad en nuestras aspiraciones, estamos pensando en una identidad que no está terminada, que no es definitiva ni está claramente definida; estamos hablando de una identidad en permanente construcción y cambio.
La identidad no es algo que uno hereda pasivamente, sino algo que se construye; la propia identidad es un acto de creación, es la obra de toda una vida. No somos algo que se definió el día que nacimos al mundo, ni mucho menos algo que definieron las generaciones que nos precedieron; todo ello forma parte de nuestro bagaje y son las herramientas iniciales que podemos utilizar para construirnos a nosotros mismos. En el pasado, vamos acumulando experiencias que, bien utilizadas, nos servirán para avanzar mejor en nuestro camino elegido. En rigor, ni siquiera deberíamos usar el verbo “ser” en presente, porque no “somos”, sino que “vamos siendo”; a cada momento, cada día, cada año, vamos construyendo nuestra vida, vamos siendo nosotros mismos. Si somos conscientes de que la dirección en la cual vamos a llevar esa construcción está configurada desde el futuro, en el momento en que pongamos el acento en nuestras aspiraciones más profundas estaremos definiendo nuestro ser; si no lo hacemos, tenderemos a repetir aquello que conocemos, poniendo de esta manera el pasado en el futuro.
Así, dentro de los límites de los enormes condicionamientos con los que uno nace, más los que va adquiriendo con el transcurrir, uno tiene libertad para elegir cómo quiere ser y tiene así la posibilidad de concretarlo.
1 Investigador del Centro de Estudios Humanistas Noesis de Barcelona, España. E-mail: [email protected]
La revolución de la mirada1
Néstor Tato2
La noción de mirada
La mirada es un término muy escuchado en el dominio de las ciencias sociales. Se utiliza habitualmente en el sentido de perspectiva o punto de vista. Silo fue más allá, en El paisaje humano3 inicia con la explicación de la estructura paisaje/mirada:
“Por la complejidad del percibir, cuando hablo de realidad externa o interna prefiero hacerlo usando el vocablo ‘paisaje’ en lugar de ‘objeto’. Y con ello doy por entendido que menciono bloques, estructuras y no la individualidad aislada y abstracta de un objeto. También me importa destacar que a esos paisajes corresponden actos del percibir a los que llamo ‘miradas’ (invadiendo, tal vez ilegítimamente, numerosos campos que no se refieren a la visualización). Estas ‘miradas’ son actos complejos y activos, organizadores de ‘paisajes’, y no simples y pasivos actos de recepción de información externa (datos que llegan a mis sentidos externos) o interna (sensaciones del propio cuerpo, recuerdos y percepciones). De más está decir que en estas mutuas implicancias de ‘miradas’ y ‘paisajes’ las distinciones entre lo interno y lo externo se establecen según direcciones de la intencionalidad de la conciencia y no como el esquematismo ingenuo que se presenta ante los escolares”.
De modo que el concepto de mirada que surge de estas líneas nos pone en presencia de una nueva noción que merece un análisis más detallado.
La mirada es el principio
La mirada es el principio en el sentido literal de comienzo u origen (arkhé). Todo comienza con la mirada. Antes de la mirada no hay nada. Después de la mirada, todo. Si se quiere una figura teórica, el conocimiento como tal comienza con la reflexión, con el pensar sobre lo percibido, o sea, sobre lo visto. Porque antes de pensar lo que vi, lo miro.
Lo cierto es que no se puede determinar cuándo comenzó la mirada. La historia de la humanidad es la crónica de su desarrollo, de su evolución. La evolución humana es la evolución de la mirada, sobre el mundo y sobre sí misma.
La mirada es paisaje
A cada momento estoy situado, estoy en una situación con dos parámetros mínimos: espacio y tiempo. Pero en el curso de mi vida, solo actúa uno de ellos de manera constante, el tiempo. Mi vida es una sucesión de momentos. Los espacios son accesorios para cada momento, por tanto, para ese devenir. Siempre hay un espacio porque la percepción es espacializada. En cambio, el tiempo es el mismo movimiento del ser, del percibir y permanece oculto por esa espacialidad de las vivencias. Es advertido mediante el cotejo de lo pasado con lo que está presente y en la sucesión de cotejos se prevé el futuro, a partir de esa experiencia pasada. Este estar situado tiene en su centro la mirada.
La mirada organiza el paisaje y así sostiene las figuras del mundo que están presentes. Las representaciones de lo que fue o viene siendo esta situación que vivo y las de las expectativas de lo que será o en lo que devendrá se entrecruzan formando el instante presente, que ya va dejando de ser en el vislumbre de lo que viene.
La mirada es síntesis4
Todo el conocimiento que tengo de esa situación se actualiza en la mirada, retenido para coordinar mis operaciones. Los sentimientos que antecedieron, tengan o no que ver específicamente con la situación también están ahí. Y, por supuesto, aquí está mi cuerpo con su sistema de tensiones, configurado a lo largo de mi biografía.
Recuerdos, emociones y tensiones se combinan en la disposición o actitud que tengo hacia la situación que vivo. Pero cada una de esas franjas de mi experiencia es un manojo de imágenes de matriz sensorial que están como magnetizadas, tienen una carga distintiva que les da cohesión. O mejor, tienen potenciales diferenciados que las cohesionan según sea el juego en curso. Pueden converger, divergir o permanecer neutrales, coexistiendo.
La unidad que se conjuga, disparada frente a la situación, frente a un objeto dominante o un tema o una franja de interés, hace de la mirada una única mirada. Esto se debe al sesgo determinado por la perspectiva que siempre está actuando o por la singularidad de una vivencia nueva frente a la situación motivada por la azarosa combinación de esos potenciales, que es producida por la dinámica misma del juego biográfico en el flujo actual de la consciencia.
En tanto momento (temporal) la mirada es actualización, pero ¿qué es lo que se actualiza? Desde un punto de vista lógico, se actualizan las representaciones categoriales. Ellas configuran el objeto (la situación) y se actualizan en esa configuración. Todos los géneros y –si fuera el caso– las especies convergen en la constitución de la situación. Atendiendo a la plasticidad característica de lo imaginario, diría que, más bien, coalescen5.
Pero la actualización no es solo una operación lógica. En todo caso, la operación lógica puede concretarse después de que se produjo la actualización y con base en la representación que se pueda tener de ella. Porque en el momento mismo nada puede observarse. Si lo actual es lo actualizado en la mirada, si es aquello en lo que el mirar confluye desapareciendo por un instante como mirar, entonces lo actual no puede ser el mirar. Y cuando este puede ser actualizado, ya no es actual, sino representado. Sea que se atienda al objeto (lo mirado) o al sujeto (el mirar), esa mirada atenta que fluye de uno a otro para recabar información de ambos, ese mirar es lo actual, lo presente y, sin embargo, paradojalmente ausente porque está presentando lo mirado. Por tanto, ese mirar es imposible de ser representado en el acto de mirar. Porque o bien mira lo percibido o bien mira lo representado. De modo que el mirar como tal nunca puede ser captado solo inmediatamente después de haber sido.
En ese momento presente se actualizan también las expectativas, los recuerdos, los sentimientos, las tensiones corporales, todo aquello que puede asociarse a partir del estímulo presente u objetal. Concretada la unidad de la síntesis en la vivencia de la mirada, sucede la representación que ahora sí puedo estudiar, analizar, descomponer, asociar, etc. Pero para poder seguir operando sobre esa situación, necesito volver a sintetizar todos los elementos analizados porque de otro modo, lo dinámico no funciona. Es la unidad que el objeto tiene como código para la consciencia lo que permite recuperar su dinámica, que no es solo suya, sino también mía.
Así que las operaciones lógicas no pueden terminar en un resultado intelectual, la verdad obtenida no es un cálculo verificable. Principalmente, el resultado es un registro de consciencia que abre nuevos caminos en la indagación. La verdad no es un fenómeno objetivo, sino subjetivo. Si no me conmueve, si no modifica mi estado interno, mis creencias, no es verdad. No es más que un cálculo adecuado a parámetros externos de mí.
En un principio, la verdad aquieta porque calma la ansiedad de la búsqueda. El hallazgo tranquiliza por el encuentro entre las preguntas y los hechos que las satisfacen. Pero si es verdad verdadera, si es vivencia plenaria de la verdad, inquieta. Lentamente va abriendo nuevos horizontes, disparando nuevas preguntas, activando nuevas búsquedas.
En la mirada confluyen la síntesis del conocimiento que hace a lo objetal y también la de las vivencias vinculadas. Confluyen el objeto y el sujeto íntimamente entrelazados en la vivencia y ni el objeto es plenamente objeto sin el sujeto, ni el sujeto sin el objeto. Cada uno es lo que es por el otro. El sujeto anima al objeto incorporándolo a su vida y el objeto es la ocasión de activación de esa vida que se vuelca sobre él.
En la mirada cabe todo el universo porque en ella podemos descubrir todos los niveles de estimulación que nos aporta el mundo, tanto externos como internos, que se encuentran confluyendo en ese instante. A la inversa, la mirada está en todo, porque sin ella no hay nada.
La mirada es consciencia
La mirada es el ámbito de la consciencia, de lo que me doy cuenta en el momento, la vivencia. Por eso, la consciencia queda relegada en la mirada y lo que destaca en ella es el mundo que presenta. Esto hace que sea necesario desde ya señalar que hay dos abordajes o perspectivas para relacionarme con la mirada: como la estructura de ese mundo que aparece ante mí y como esta copresencia que la soporta. La mirada como estructura del paisaje es lo que determina que el objeto aparezca como aparece. Como copresencia, es el ámbito donde se presenta el imaginario que modela el mundo y mi vida misma.
El paisaje es el borde del universo que puedo percibir, la franja de mundo con la que estoy en contacto, que vivo. Desde allí hacia el horizonte se extiende la gama de posibilidades del objeto que conozco y puedo conocer gracias a la experiencia colectiva.
Por este lado, la mirada es el complejo de representaciones que sirve de trasfondo al momento que vivo. De aquí hacia adentro se van abstrayendo las esencias (las representaciones posibles de mi ser) hasta desnudarse y quedar en lo que son, meras imágenes en dinámica, soportes vacíos de los posibles perceptos que habrán de llenarlas. Pero esa abstracción progresiva también me abstrae, abstrae la imagen que tengo de mí, despojándola de sus vestiduras ocasionales según la profundidad de los complejos representativos que se vayan presentando, hasta ser un simple punto de mira que puede dejar de ser punto.
Por eso, la mirada me parece un concepto nodal y axial. En ella y desde ella puedo moverme hacia los confines del universo por un lado, y por el otro, hacia las profundidades de mi ser, donde dejo de ser representación para convertirme en lo que soy, pura presencia que promete abrir otra dimensión. Ambas direcciones de mi mirada se coimplican; una no puede ser sin la otra y no puedo avanzar en una sin profundizar la otra, so pena de verme envuelto en la bruma imaginaria que normalmente llamamos realidad. Así que, si de confines se trata, me remonto a los orígenes.
El origen del impulso
Una explosión es un impulso multidireccional, en el caso del big bang esto parece cumplirse aunque no se pueda percibir. La explosión primordial disparó puré cósmico en todas direcciones y las partículas fueron diferenciándose a medida que la resistencia del vacío y el frío fueron disminuyendo la temperatura inicial.
Aquí me detengo. Hay una expansión inicial que todavía continúa como movimiento universal. Ya no solo las partículas, sino las nebulosas y los cuerpos estelares que formaron se siguen separando en esa expansión. Pero en ese movimiento expansivo se produjeron movimientos locales de contracción. La gravedad produjo compactaciones locales que formaron las primeras estrellas y estas se agotaron produciendo helio, hidrógeno y otros gases primordiales que volvieron a formar nebulosas y estrellas, nuevos hornos que produjeron los elementos que sirvieron de soporte para la vida.
Me vuelvo a detener. En la expansión, se producen contracciones locales, la materia en su estado de partículas vuelve sobre sí concentrándose por la gravedad y el equilibrio producido por la combustión genera la radiación. En la gravitación puede leerse una suerte de vuelta sobre sí dada por la concentración. Es lo contrario del impulso inicial, centrífugo, pero similar porque aunque es centrípeto, la gravitación es también una fuerza multidireccional, pero hacia el centro.
El puré cósmico6 estuvo compuesto por quarks libres, fotones, leptones y otros, partículas que no tenían vinculación ni podrían haberla tenido debido a la alta densidad que los mantenía compactados. En un segundo momento/movimiento, los quarks y los gluones se combinan dando lugar a los hadrones (protones, electrones y otros), que en un nuevo momento producen la núcleo síntesis, la combinación de protones y neutrones genera núcleos de helio, deuterio y otros que en una nueva recombinación de electrones genera los núcleos primordiales y la de protones con electrones da lugar a una nueva estructura: los gases.
Esto se da en un medio de materia oscura, son concentraciones gravitacionales de hidrógeno y helio altamente inestables, por ser partículas pesadas de baja interacción. En ese medio de materia oscura, los gases se concentran y dan lugar a las galaxias y las estrellas, de las que surgen los elementos pesados que sirvieron para la formación de planetas. En el nuestro, en su etapa temprana comenzó la evolución química con la formación de entes anucleados, los procariotas, que se unieron por simbiosis y generaron entes con núcleo y otros complejos, los eucariotas. En una nueva simbiosis apareció la fauna pluricelular compleja que dio lugar a la explosión precámbrica de formas de vida, que llegan hasta hoy.
Repasemos. Desde la explosión inicial se fue dando un proceso caracterizado por la autoorganización7, donde parte de los elementos de un nivel se combinan para generar un nuevo nivel de organización sin que desaparezcan los elementos del nivel inferior, sino que se conservan y en mayor cantidad.
De los unicelulares a las moléculas y luego los organismos complejos hay una clara línea de complejización de la materia y, de hecho, todas las formas primarias de vida se mantienen, integrando, por ejemplo, nuestros cuerpos. Autolocomoción y sensibilidad fueron las características que aparecieron con las formas animales, siendo aquellas formas primarias de la imaginación.
No tiene caso detallar el proceso hasta la aparición de nuestra especie. Pero si se acepta que el psiquismo humano es un flujo imaginario, puedo decir que la aparición de la especie humana significó la apertura de una miríada de flujos imaginarios en el planeta, que inicialmente reflejaron el medio para ir transformándolo de maneras cada vez más complejas. Con la especie humana se cumple lo que Teilhard de Chardin llamó ley de complejidad-consciencia, a mayor organización externa, mayor complejidad en la organización interna8.
De modo que cabe preguntarse si la evolución futura es como se predice, desde la expansión a la concentración, o si el movimiento contractivo que se prevé se ha venido cumpliendo en las concentraciones locales que mencioné, generadoras de nuevos niveles de organización de la materia. Entonces, esa expansión que se imagina (porque no se puede ver a escala humana) y que, según el cálculo, precedería a la contracción final hacia un nuevo big bang, ¿no será en realidad un movimiento ascendente hacia nuevas formas organizativas de lo real que hoy no podemos siquiera imaginar? Y dije de lo real, no de la materia.
Así como en astrofísica hablan de una constante de velocidad que permitió que el universo no se disolviera en la expansión ni colapsara sobre sí para dar lugar a lo manifestado, se podría afirmar que la curvatura espacio-temporal prevista por Einstein se cumple, pero no en la dimensión espacial. sino temporal y que cada nivel de organización de la vida va sirviendo de soporte para el siguiente. Así, en el momento actual tenemos la más alta conservación de individuos lograda en la historia (al punto que se plantea si el ecosistema planetario podrá albergarnos en unas décadas) con la más alta concentración en muchos puntos del planeta. Y, desde el punto de vista que nos interesa, a nivel cultural se está produciendo una progresiva vuelta sobre sí, una consideración cada vez más integral y completa de lo humano. No solo a nivel del conocimiento científico, sino de las prácticas existenciales. No es descabellado afirmar, entonces, que estamos en vísperas de una profunda revolución humana.
Para complicarla un poco más podemos tomar la hipótesis del multiverso, de la pluralidad de universos que existen y no alcanzamos a captar, pero antes un ejercicio imaginario. Lo que vemos en el espacio cósmico no es más que pasado, porque no tenemos idea de cómo podrá ser eso cuya luz captamos, debido a la distancia temporal que implica la medición en años luz. Imagínate que esa luz que te llega desde todos los puntos luminosos que llamamos estrellas es lo que ves, pero no lo que es, porque lo que ves ha sido hace tantos años, cuantos sean los de la distancia en años luz. O sea que de lo que hay fuera de nuestro sistema solar prácticamente no tenemos una noticia actualizada. Si fuerzo un poco más y pienso en que la percepción me informa de lo que hay alrededor mío con 68 nanosegundos de retraso, resulta que de nada tengo información actual. De modo que todo lo que veo ya no es. En el momento que estoy siendo solo yo soy con certeza. De modo que lo único firme es mi mirada. De donde se entiende el principio antrópico que ha dominado nuestras cosmovisiones.
Si combino esa imagen con el hecho también verificable de que lo único real son los miles de millones de miradas humanas que en este momento actúan, ¿no serán esos millones de miradas los millones de universos en desarrollo concomitante que se prevén en la hipótesis del multiverso? Mi mirada es única, pero no la única. En todo caso, actuamos la increíblemente diversa mirada del mundo sobre sí mismo.
Los flujos culturales
Puedo decir que la evolución de la materia lleva a la aparición de una multiplicidad de flujos imaginarios sobre la superficie del planeta. Es una imagen que me resulta elocuente, pero que, como toda reducción, no da cuenta acabada del fenómeno.
El problema del pensar radica en la adecuación de la imagen a aquello de lo que quiere dar cuenta. Del fenómeno universal creemos tener datos objetivos que no lo son, pero la representación que terminan construyendo los astrofísicos parece coherente con las luminarias que vemos en el cielo. La correlación de los datos de los aparatos con los fenómenos celestes configuran una visión conceptual que se convierte en un cielo “objetivo” para mí. De hecho, me ha permitido romper el cerco perceptual y por la noche enfrentar el cielo estrellado teniendo de trasfondo el movimiento de las galaxias y no la fijación del planeta en el centro del universo. Con el fenómeno humano va pasando lo mismo, aunque lentamente por la influencia que las ideologías tienen sobre su configuración.
Además, de las estrellas tenemos tan poco dato perceptual que podemos aceptar fácilmente las explicaciones teóricas, pero de lo humano, por lo contrario, estamos abrumados de datos perceptuales tan ciertamente vividos que no podemos deshacernos fácilmente de las representaciones que se construyen a partir de ellos.
Mi visión del paisaje humano no solo depende de mi posición social, sino también de las creencias que operan en mí. Y estas creencias, como todo lo imaginario, son transparentes. Mis creencias sobre la realidad son la realidad para mí. Y no solo para mí, sino que también lo son para aquellos con quienes las comparto, lo que confirma su “veracidad”.
Las explicaciones que se han intentado del fenómeno social han ido variando con el trasfondo de creencias vigentes en cada momento histórico, pero siempre han sido tomadas como la realidad, en cada momento. Así fue que la visión más generalizada es la de considerar la sociedad como un organismo múltiple, un poco al estilo del macroanthropos renacentista9. Esta figura se ha plasmado en la concepción de los entes colectivos a imagen y semejanza del individuo, como el caso de la persona jurídica, ente abstracto creado por el derecho al que se le ha dotado de voluntad y discernimiento mediante la asimilación de su órgano directivo a la función intelectual del individuo. No es el caso de extenderme sobre las distintas concepciones de lo social, pero en todas ellas la visión de la realidad, en tanto visión o creencia, es transparente.
Castoriadis10 ha innovado con su visión de la imaginación radical y las significaciones imaginarias sociales que lo llevaron a concebir la sociedad como un campo social histórico, como el sujeto colectivo en el que se producen las alteraciones de la temporalidad. Y esa visión cristalizó en su concepción del magma imaginario, como el ente que engloba la dinámica imaginaria social, que más que ente es una dinámica.
Esta última aclaración resulta necesaria y destacable por ello; ente significa siendo, por tanto, es dinámico por sí mismo. La tradición ontológica, sin embargo, lo ha equiparado a “el ser” en tanto cosa y, por tanto, estático. Cosas de la mirada del pensar. La necesidad que el operador tiene de congelar el movimiento de la consciencia para poder representarlo y analizar11 hace que los mismos conceptos que produce queden congelados y que pierdan su espontánea dinámica.
Pero ese magma tampoco es visible, como buen magma es difícil hacerse una figura de él. Entonces ¿qué es lo social? Los flujos imaginarios no son visibles, pero sí lo son sus productores, los seres humanos. Estos no aparecieron de golpe, sino que se fueron desarrollando. De modo que lo que hubo fueron conglomerados humanos, pese a que el pensamiento tradicional se empeña en hablar de “el hombre” como si el patrón de la existencia fuera el individuo. Por lo contrario, lo concreto y universal es que en la realidad se han dado conjuntos humanos localizados geográficamente. Esos conjuntos fueron transformando los lugares que habitaban y siguieron una dirección multiplicativa y concentradora hasta producir los fenómenos urbanos.
Esas comunidades se diferenciaron en sus manifestaciones externas: distintos idiomas, creencias y modos de organización, pero sus actividades fueron siempre las mismas, clasificadas como económicas, religiosas, políticas, sociales. De modo que esas comunidades configuraban culturas, dinámicas de actividad que compartían, en definitiva, el cuidado del cuerpo. Sus actividades estaban orientadas a la supervivencia que es, elementalmente, la del cuerpo12.
Una cultura es un conjunto de conductas regulares. El conjunto de los individuos que pertenecen a ella desarrolla conductas similares en torno a franjas de actividad que tienden a la conservación del cuerpo y a través de la reproducción, de la especie humana. De modo que se podría decir que la cultura es un factor inercial en la evolución humana: son los patrones de conducta social que sirven a la conservación de la especie. En este nivel de organización que se manifiesta en este punto de la evolución de la vida, la cultura es una expresión del principio de conservatismo que menciona Panov13.
Una revolución cultural: reconocimiento de lo humano
Cada cultura y todas ellas están orientadas por una visión del mundo. De modo que las diferencias que las identificaron derivaban de su visión del mundo. Por tanto, de su configuración imaginaria del mundo. Esas configuraciones imaginarias del mundo tenían una nota distintiva: no era reconocido como semejante cualquier individuo humano, sino solo los que compartían esa visión particular del mundo.
Esta característica de desconocimiento de lo humano como universal no es propia de las primeras culturas, sino que se puede rastrear hasta nuestros días en las culturas grupales, partidarias, religiosas, deportivas. Por ejemplo, el auge del movimiento feminista ha puesto de manifiesto una fractura en las creencias que hasta estos días permanecía invisibilizada y promete ser una renovada fuente de violencia de género por las reacciones que cosecha entre los grupos patriarcales.
Estas visiones particulares del mundo articulan miradas en el sentido más frecuente del término: una determinada perspectiva sobre una franja de la realidad, parcializada por ese sesgo. La mirada caracteriza al ser humano. Esa mirada puede estar dispersa, o sea, condicionada por los objetos que la captan o dirigida por el sujeto que la porta. La convivencia social depende de las miradas que la sostienen, así que el interés colectivo necesita un punto de vista que lo peralte. Esto se nota por su ausencia; la colisión o divergencia de las miradas individuales debilita la cohesión social. Lo que une es un punto de vista común, pero lo que garantiza esa unión es un nuevo punto de vista. El punto de vista vigente sostiene la separatividad, concretada en la díada sujeto-objeto, observador-mundo, yo aquí-mundo ahí.
Desde esa díada, la sociedad y yo somos entes distintos, no solo diferenciados, sino que podemos estar enfrentados. Mis intereses, por el solo hecho de ser míos, colisionan con los del conjunto. Si miro la sociedad como algo que está separado, de lo que estoy separado, eso hace imposible la cohesión. Y si no miramos lo mismo, sucede igual. De modo que el punto de articulación del individuo y la sociedad radica en el punto de vista que, en definitiva, es el interés que puedo identificar como guía de mis acciones.
El punto de vista encuadra la mirada. Así que un punto de vista que ponga el foco en lo humano como central es condición necesaria de cualquier cambio. Y lo irreversible de ese cambio depende de que se revolucione el punto de vista.
El sostén del punto de vista es el punto de mira, el observador. Si miro desde adentro, considerándome, tomándome en cuenta en la mirada, y a la vez considerando que los otros son como yo, que también están mirando, y juntos estamos formando el conjunto, estoy asumiendo la parte de soberanía que me corresponde y compartiéndola. Si mi mirada incluye al conjunto, incorporo al mundo. Poner lo humano como valor central implica considerar mi humanidad y considerar la del otro. Incluyéndonos, en la reciprocidad estamos considerando lo humano que nos contiene.
Podemos extraer una conclusión necesaria en el sentido del título de este trabajo: se impone trabajar por la difusión de la necesidad del reconocimiento de lo humano por todos y para todos. Es imprescindible comenzar a promover la difusión de lo humano como valor central y partir de la realidad de que los valores no se transmiten por la vía del entendimiento, sino de la comprensión y la empatía. De ese modo, una revolución depende de un cambio en la actitud y en las relaciones sociales.
Si bien la visión de las cosas y la creencia que las sostiene son un factor determinante, la acción que refuerza esa creencia también lo es14. Por tanto, es necesario predicar y hacer con el ejemplo. Porque la incorporación imaginaria se produce por asimilación a través de la percepción, de la vivencia. Se trata del ejemplo de conjuntos que actúen en la dirección de aprender esa solidaridad que vaya encarnando la humanización que se propone.
Pero esa incorporación no es mecánica. Como son las imágenes las que me dan dirección, es posible promover una imagen central que comience a constelar el resto de las imágenes que me orientan. Esa imagen de lo humano como valor central es la de un bien a cuidar en mí y en todos. Todo lo que atente contra lo humano o su construcción es un desvalor. Todo lo que ayude a su construcción es valorable.
Se trata de un elemento ideológico que permite comenzar a ordenar ya no mi mundo, sino las mismas actividades sociales. Instalar lo humano como valor central es proponerlo a las miradas individuales para que se vaya incorporando como referencia constante de las propias conductas y como bien común hacia el cual toda actividad social debe propender.
La potencia de la mirada humana está todavía por descubrirse. La potencia de lo humano está todavía por verse y el sentido de cobijarlo radica en esa necesidad de acunar su desarrollo. De esta manera concluyo el tema anunciado con el título La revolución de la mirada.
Muchas gracias.
1 Se publica aquí la mayor parte de la conferencia enviada por el autor para el VI Simposio internacional del Centro Mundial de Estudios Humanistas, Lima 2018.
2 Investigador del Centro de Estudios Humanistas de Buenos Aires – Mayte de Galarreta. E-mail: [email protected]
3 Silo. (2004). Obras completas (vol 1). Buenos Aires: Plaza y Valdes Editores. www.silo.es.
4 Lo que sigue es una versión de la sección segunda del cap. II, libro I de la Analítica Trascendental. Kant (1952). Crítica de la Razón Pura, t. I, 4ªed. Bs. Aires: Ed Sopena. pp. 125 y ss.
5 El verbo coalescer no figura en el diccionario de la RAE. Es simple traducción literal del coalesco latino que significa, en una de sus acepciones, unirse, ligarse (cfr. Diccionario Spes, hoy Vox). En química, la coalescencia es la fusión de elementos idénticos. Si se atiende a que las imágenes son idénticas en tanto sustancia que soporta materias provenientes de sentidos, memoria o imaginación, se da la condición básica para la coalescencia y explica cómo se sintetizan en el imaginario elementos disímiles, como es el caso del unicornio. Los sueños son una prueba patente de ello.
6 En este detalle sigo a Alexander Panov, Constantes de la evolución universal y evolución en el multiverso. Traducción de Hugo Novotny. s/f. Archivos del CEHBA.
7 En Panov, la autoorganización del proceso de la materia es la extensión del concepto de autopóiesis de Humberto Maturana y Francisco Varela. Ver en: Maturana, Humberto y Varela, Francisco (1994). De máquinas y seres vivos. Buenos Aires:Ed. Lumen.
8 Teilhard de Chardin (1955). El fenómeno humano. Madrid: Ed. Taurus.
9 Véase la monografía de David Sámano La noción del macroantropos como apoyo para la disciplina menta. México: Parques de Estudio y Reflexión Aldama, 2013.
10 Castoriadis, Cornelius. (1993). Institución imaginaria de la sociedad (vol. 2). Buenos Aires: Ed. Tusquets.
11 Silo. (2017). Charla sobre el pensar. En: Silo sobre el pensar y el método. Buenos Aires: Ed. Del País.
12 Podrá verse en esto un contrasentido al incluir a las actividades religiosas, pero si se atiende a los contenidos de las enseñanzas doctrinales se advertirá que estas cumplen patrones de conservación del cuerpo y de la sociedad a través de la moralización de las costumbres. En cuanto a la relación con la divinidad, en tanto estaba intermediada por una casta sacerdotal, más parece que fue un factor de subordinación del pueblo a esta que el cumplimiento de una función de puente con la esfera de lo sagrado.
13 Panov. Op. cit.
14 Difiere de la versión del “todo conocer es un hacer por el que conoce” de Maturana y Varela (2005). El árbol del conocimiento Buenos Aires: Ed. Lumen.
Paradigmas para una revolución plenamente humana
Vito Correddu1
La historia del ser humano no ha sido ni lineal, ni progresiva. Observamos, más bien, un proceso que se produce por saltos y a estos saltos le damos frecuentemente el nombre de revolución. Ha habido tentativas infructuosas y otras que han triunfado, aportando profundas transformaciones. Sea como fuere, no se puede hablar de hechos accidentales en la historia y mucho menos aún de desviaciones. Las revoluciones representan el acto lanzado hacia el futuro para sobrepasar las condiciones de dolor y sufrimiento, que el ser humano experimenta en sí mismo y en la estructura social. Si el ser humano es en su esencia tiempo y libertad, entonces la revolución no es otra cosa que la manifestación de una manera de ser plenamente humana. En este sentido, el ser humano se realiza precisamente en el hecho “de ser” y de hacer la revolución.
Podemos decir que con la idea de revolución está siempre en juego una concepción del ser humano, cuya esencia no viene dada a priori, sino que se completa por su acción en el mundo. Hacemos referencia al ser humano como agente histórico-social cuya acción social transforma su propia naturaleza. En este sentido, la posibilidad de cambio es intrínseca al ser humano. En esta concepción, la revolución, con todas sus significaciones personales y sociales, no debe ser comprendida como una simple opción en el dinamismo de la historia humana, sino como la forma a través de la cual el ser humano se aproxima a sí mismo.
Pero ¿cuáles son los paradigmas de esta revolución humana?
Podemos reconocer en la noviolencia, la libertad y la reconciliación los nuevos paradigmas de esta idea de revolución. Voy a tratar de dar algunas explicaciones sobre ello para tener una idea más clara de la revolución a la que nos referimos.
Examinemos el primer elemento: la noviolencia. La concebimos como la forma más coherente de transformación social, porque es la manifestación concreta de lo que comúnmente se llama la regla de oro, que dice más o menos así: “Trata a los demás como querrías ser tratado”. Nos referimos a esta regla porque define el marco moral dentro del cual queremos que se expresen la revolución y la dirección revolucionaria.
Es obvio que no hablamos de la noviolencia como una actitud pasiva y sometida, que aspira a la ausencia de conflicto por una especie de cobardía. La noviolencia está en conflicto permanente en la medida que choca con la violencia personal y social, interna o externa al ser humano. La acción noviolenta tiene como objetivo la liberación del oprimido y del opresor, porque en esta lucha entre oprimidos y opresores, ambos están sometidos a la violencia.
Nunca faltará el violento, que para justificar sus actos apelará a causas de fuerza mayor, entidades superiores o valores supremos, con lo que quiere decir que sus acciones son el resultado de voluntades ineluctables a las que no se puede sustraer. En otras palabras, cuando cosifica, el violento se cosifica; cuando deshumaniza, el violento se deshumaniza. En este sentido es al mismo tiempo autor y víctima de la violencia.
Con la noviolencia se rompe este esquema. Uno de los sujetos ‒aparentemente el más débil‒ rompe la cadena y con su actuar aspira a una transformación de las relaciones de fuerza. Empieza la obra de humanización.
En términos de experiencia, la no-violencia produce un progreso, una apertura hacia nuevos horizontes hasta ese momento desconectados. Se advierte la toma de conciencia de una fuerza que nace de lo profundo y que sobrepasa los límites aparentemente permitidos del espacio y tiempo. Se recuperan la propia humanidad y las infinitas posibilidades. Por eso, la noviolencia muestra a quien la pone en práctica que es válida por sí misma, independientemente del resultado exterior que se pueda producir.
En la libertad ‒el segundo elemento‒ vemos el objetivo principal de la revolución humana. La libertad no se entiende aquí como un logro que hay que alcanzar, sino como una aspiración permanente, una eterna lucha para superar el dolor y el sufrimiento. Esto significa luchar contra todas las formas de opresión y discriminación; en última instancia, contra todas las formas de violencia.
La búsqueda humana por ampliar su horizonte temporal permite al ser humano orientar su acción en el mundo, elegir y diferir respuestas frente a los estímulos. Es esta libertad entre condiciones lo que determina la misma humanidad. No hay libertad sin lo humano, sobre todo no hay humano sin libertad. Podemos entonces hablar del ser humano como de un ser-en-libertad del que desciende y que aspirar al más alto nivel de libertad es, en última instancia, aspirar a lo humano. Sin embargo, es necesario configurar una ética de la libertad, es decir, una libertad entendida como la superación de las condiciones de opresión no solo en uno mismo, sino también en los demás.
El tercer elemento de la revolución humana es el de la reconciliación. Esta tal vez se puede definir como una condición previa para la revolución y, al mismo tiempo, una condición necesaria para una transformación profunda. Es una condición previa porque no se puede imaginar un futuro muy diferente si se parte de un sentimiento de venganza y resentimiento. En ese caso, el pasado ganaría al futuro. Es una condición necesaria porque el sistema de ideas, creencias y aspiraciones en el que vivimos está fuertemente influido e invadido por la venganza. Por lo tanto, con la reconciliación estamos cuestionando el trasfondo psicológico en el que opera este sistema de valores.
En este sentido, deseo recordar las palabras de Silo que, en 1964, declaró: “Salvemos al hombre de la venganza, preparando el camino de la nueva humanidad que ya se acerca”. Esta frase se hace eco de manera inequívoca del pensamiento de Nietzsche que en Así habló Zarathustra escribió: “(…) que el hombre sea redimido de la venganza – este es para mí el puente hacia la esperanza suprema y un arco iris después de largas tormentas”2.
Superar la venganza en la vivencia humana sería así una profunda revolución. Si la venganza es un fenómeno relacionado con la experiencia religiosa, entonces la reconciliación será la traducción de una inspiración espiritual que devolverá el sentido a la vida humana.
Si la venganza está relacionada con la estructura de la identidad social, entonces necesitamos realizar un esfuerzo hacia la convergencia en la diversidad. Deberíamos universalizarnos desde el punto de visto cultural, geográfico y de las estructuras sociales. Si la venganza es también el resultado de emociones negativas, entonces en lugar de reprimirlas tendremos que transformarlas. Para ello necesitamos elevar nuestros deseos, porque cuanto más violentos somos, más groseros serán nuestros deseos.
Si hoy la justicia no es más que una venganza disfrazada, entonces es necesario imaginar una justicia que tome el principio moral de tratar a los demás como querríamos ser tratados para pasar de una justicia punitiva a una justicia reparadora.
Espero haber cumplido el propósito inicial de aclarar los nuevos paradigmas de la revolución humana.
Pero ¿es necesaria la revolución?
La revolución antes de ser un hecho es un proyecto. El adjetivo ‘necesaria’ da pie a dos interpretaciones. En un sentido, ‘necesaria’ llama la atención sobre la grave situación de crisis actual; en otro sentido, alude a la necesidad de una idea de revolución, ya que después de la caída de las últimas utopías se reclamaría del futuro una imagen que guíe nuestro hacer en el mundo y que dé nuevo sentido a la existencia humana. Ambas interpretaciones son válidas.
No sirven muchas palabras para decir que estamos viviendo un momento de crisis que afecta a todos los campos de interés del ser humano. Es la crisis de un sistema de valores, creencias y aspiraciones. Las cosas empiezan a estar estrechas. El ser humano se siente como si vistiera ropa que le queda estrecha.
La evidencia de la crisis, antes que en los análisis económicos, se capta en la aceleración del conflicto, entendido no solo en términos sociales, sino sobre todo personales. Las personas están en conflicto en su propio mundo interno. Sería un error pensar que la lucha entre intenciones es solo un hecho externo. El conflicto es sobre todo interno, entre instancias de un mundo pasado y necesidades de un presente que cambia continuamente. Presenciamos la crisis típica de un sistema que se concibe aislado. Aislado se siente el individuo, aislado se percibe el mundo en el que el actúa. Tomando prestadas las palabras de Silo podemos afirmar que: “Cada cual atisba el destino general como su destino particular ampliado y no su destino particular como destino general restringido” 3.
Cada individuo, como fenómeno aislado, se ve abrumado por la aceleración iniciada por el desarrollo tecnológico y, al igual que en el mundo atómico, la temperatura aumenta en la medida en que los átomos chocan entre sí. Desde este punto de vista, el calentamiento global que sentimos en el planeta parece casi una metáfora de esta crisis.
A esto hay que añadir que, a diferencia del pasado, hoy nos encontramos frente a un sistema global que está alcanzando sus límites geográficos y que cada día parece más un sistema cerrado en el que cuanto más orden se intenta poner, mayor es el desorden.
Después de la caída del muro de Berlín, se habló del fin de la historia, se habló de ese momento como la culminación de un proceso histórico del ser humano que podría consagrar la democracia, denominada liberal, como el mejor de los mundos posibles. Se habló de la derrota de las ideologías como si a partir de ese momento se pudiera poner de lado la utopía. En esta manera de concebir las cosas, las injusticias y las desigualdades que millones de seres humanos padecen son solo el precio que hay pagar mientras se está en la cola de la puerta electrónica del libre mercado. Así, si alguien se cuela para pasar delante es solo una cuestión de orden público. En este marco antiideológico que, sin embargo, sigue siendo ideológico, todo discurso sobre la revolución es considerado por el pensamiento dominante como totalmente pasado de moda.
En este contexto, es necesaria una imagen del futuro que arrastre hacia sí la acción transformadora en una dirección progresiva, no solo por la situación en la que se encuentra la condición humana, sino porque daría un sentido trascendental a las reclamaciones particulares de género, clase, etnicidad y religión. Sin esta imagen hacia el futuro, la desesperación alimentará el resentimiento y el deseo de venganza en los que el irracionalismo ocupará cada vez más espacio.
Estamos poniendo énfasis en la imagen y no en un sistema de pensamiento articulado ya que, aunque es necesario, la gente no organizará sus acciones en el mundo basándose en este. Se necesita un nuevo propósito, un propósito que surja de lo profundo y que desmonte el sistema anterior de imágenes. Este es, quizás, el principal desafío.
En resumen, la revolución humana es necesaria, por un lado, porque la condición humana actual, de acuerdo con su estructura, muestra cada vez más los límites para su acción transformadora con un enfoque pragmático y, por otro, porque se siente una carencia espacio-temporal en el imaginario colectivo.
Dicho esto, afirmamos que la revolución humana tendrá que asumir el imperativo de construir un nuevo aparato social que elimine los factores de la opresión y la explotación a través de la universalización de los derechos humanos básicos, que garantice la salud y la educación gratuitas y para todos.
Se necesita una revolución totalmente humana cuya aspiración máxima sea la libertad, que acepte la diversidad personal y cultural y que desarrolle una nueva concepción de justicia que supere los conceptos de culpable y víctima. Una justicia que tenga la tarea de reparar la integridad del tejido social destruido.
Será también necesario imaginar una economía que invierta la idea de que el trabajo está al servicio del capital. Una economía en la que el trabajo no sea el medio de subsistencia, sino la forma a través de la cual, y en plena libertad, se decide contribuir al bien común, vaciándolo así de su concepción como medio de producción, mercancía o valor existencial.
Una revolución que supere la institución del Estado nacional o del Estado de grupos privados que hoy día está en aumento, y que construya las condiciones para una descentralización de la toma de decisiones hacia un modelo federal, cuyos límites sean todo el planeta.
Una revolución que viva la religiosidad a partir de la experiencia íntima del ser humano y no de una moral lejana, incomprensible y convencional. Una religiosidad que permita al ser humano reconciliarse con su pasado para lanzarlo de la prehistoria hacia una historia plenamente humana. Una revolución que supere las falsas antinomias: conciencia y mundo, alma y cuerpo, mente y materia.
La revolución, este concepto que por el simple hecho de estar permanentemente en el futuro, muchas veces ha visto su muerte incluso antes de haber nacido. Numerosas veces, en lugar de ir hacia ella, se la ha derribado en el presente, vaciándola de todo sentido. Tampoco han faltado las circunstancias en las que, por miedo a encontrarla frente a frente, se arrojó en un pasado sin retorno. Hoy, sin embargo, este concepto adquiere un nuevo sentido, si bien todavía no está completo ni es definitivo, ya que la revolución sigue siendo fundamentalmente una aspiración lanzada hacia el futuro. Es un proceso sin fin en el que el protagonista es el ser humano concreto cuya tarea es humanizar la Tierra.
Finalizo este discurso con las palabras del hombre que inspiró este simposio, los pasados y los futuros:
“Nombrador de mil nombres, hacedor de sentido, transformador del mundo… tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti. No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos. Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido iluminas la Tierra. (…) Te diré cuál es el sentido de tu vida aquí: ¡humanizar la Tierra! ¿Qué es humanizar la Tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límite, es amar la realidad que construyes”4.
Gracias.
1 Investigador del Centro de Estudios Humanistas Salvatore Puledda de Italia. E-mail: [email protected]
2 Nietzsche, F. (2012). Así habló Zarathustra. Un libro para todos y para nadie. Madrid: Alianza editorial.
3 Silo, (2004), Obras completas (v. 1, p. 596). México D.F.: Editorial Plaza y Valdés.
4 Silo, (2004), Obras completas (v. 1, p. 72) México D.F.: Editorial Plaza y Valdés.
Pensamiento y conocimiento frente a la complejidad del mundo de hoy
Roberta Consilvio1
Agradezco a los organizadores del simposio del Centro Mundial de Estudios Humanistas que me permiten estar presente con ustedes en Lima con este breve aporte.
Introducción
El mundo de hoy, debido a su complejidad, requiere que cada ser humano haga frente rápidamente a muchos cambios. La consciencia individual procesa la información, pero a menudo está sujeta a errores, dada la incertidumbre y la urgencia en la que nos encontramos decidiendo y actuando. ¿Qué herramientas ofrece el humanismo universalista para enfrentar la crisis, que no es solo una crisis económica, social y cultural, sino también y sobre todo una crisis del pensamiento?
Se destacarán aquí algunas características del pensamiento que deben ser cultivadas con la intención de entrenarnos para el nuevo mundo que deseamos. La práctica de un método de pensamiento coherente nos ofrece nuevas posibilidades evolutivas. Veremos cómo el método estructural dinámico puede abrir el camino hacia un nivel superior de consciencia.
Además, trataremos de reflexionar sobre el concepto de conocimiento y el más importante de buen conocimiento, como un punto de referencia para el estudioso y para la persona común en la vida cotidiana. ¿Por qué y cómo elegir el buen conocimiento?
Estamos, sin duda, en un momento histórico muy particular, en el que se acumulan en poco tiempo grandes y muy rápidas transformaciones en el paisaje humano a nivel planetario: la aceleración tecnológica, un sistema económico-financiero desarrollado pero injusto, la deconstrucción social, los movimientos migratorios masivos, la crisis ambiental, el poder excesivo del dinero. Más o menos conscientes, los individuos, las instituciones y las sociedades viven en una situación de incertidumbre e inestabilidad. El trasfondo de creencias y actitudes en el que se han formado las generaciones en el poder hoy en día es completamente diverso del de las generaciones más jóvenes, lo que contribuye a crear una mayor distancia que en el pasado, a menudo minada de incomprensión y desconfianza mutua.
Frente a las diversas crisis (económica, cultural, ecológica), la capacidad de guiar el camino individual y social se vuelve borrosa, y una visión confusa y fragmentaria impregna el entorno social y la conciencia humana, lo que genera una experiencia de inseguridad. El desconcierto y los miedos contribuyen a la ceguera del rechazo y el odio.
Por eso, esta crisis se perfila sobre todo como una crisis del pensamiento. El sociólogo francés Edgar Morin la define como “sonambulismo” y la describe con estas palabras:
El problema a tratar no son solo los errores de hecho (ignorancia), de pensamiento (dogmatismo), sino el error de un pensamiento parcial, el error de un pensamiento binario que ve solo o / o, incapaz de combinar y / y, más profundamente, el error de un pensamiento reducido y de un pensamiento disyuntivo ciego ante cualquier complejidad2.
Frente a la creciente complejidad de la realidad, el pensamiento individual y colectivo no puede con las diferentes dimensiones del conocimiento disponibles en la actualidad. Las personas se especializan en un área o disciplina, lo que disminuye su capacidad para relacionar datos de otras áreas; la prensa y las redes sociales, con la posibilidad instantánea de relanzar noticias no verificadas, exponen las convicciones de los ciudadanos a la desinformación y a la reacción irracional, configurándose el problema de las noticias falsas (fake news). A nivel político, la gente no se siente capaz de dar una opinión de sentido común, porque siempre aparece un experto que se apodera del derecho a intervenir en el debate civil y los ciudadanos se vuelven cada vez más pasivos y se contentan con gobiernos técnicos, exponiéndose a la dictadura de los expertos.
Este pensamiento debilitado, ausente, incapaz de manejar contradicciones, de relacionar conocimientos, de superar alternativas opuestas con nuevas soluciones es presa fácil de respuestas aparentemente fuertes. El proteccionismo y el encerramiento nacional o local, y la violencia de todo tipo representan un paso atrás para una cultura planetaria que, por el contrario, va hacia la globalización de los derechos humanos, pero los líderes que las propugnan son aclamados visceralmente por grandes sectores de la población.
El método estructural dinámico
El mundo de hoy necesita aprender a pensar, necesita saber cómo piensa, necesita ser consciente de los errores e ilusiones, necesita aprender a relacionarse, a diferenciar lo que es importante y relevante de lo que no lo es, a ordenar la información y a entender qué hacer con ella y por qué. El mundo necesita un método. El filósofo argentino Silo elaboró en los años setenta el método de pensamiento del humanismo universalista, denominado el método estructural dinámico. Este consiste en una serie de pasos que ordenan, ponen en relación y estructuran los diferentes conocimientos que se tienen sobre un tema de interés para generar una nueva respuesta, sintética, global, operativa3. Veamos qué consecuencias tiene la aplicación continuada del método para la vida individual y social. ¿Cuál es la razón por la que es interesante usar el método para pensar?
El método estructural dinámico me entrena para ser más consciente, porque siempre tengo que hacer explícita mi mirada y mi interés ante un tema; me hace más coherente, porque conduce mi pensamiento de manera ordenada, superando mis hábitos equivocados; me permite tener una nueva mirada y por lo tanto una nueva visión del mundo. Me permite elegir y actuar con mayor libertad, porque puedo integrar en mi repertorio de posibles acciones las que derivan de una nueva visión de la realidad; me ayuda en la evolución de un nivel de consciencia más lúcido y atento; me hace comprender mejor la realidad porque en su propia constitución reproduce la compleja conformación de la realidad que quiero comprender. Consciencia, coherencia, una nueva mirada al mundo, libertad de acción, una conciencia más clara: así es como el método se convierte en una herramienta de transformación personal y social al mismo tiempo.
La aplicación del método estructural dinámico va en la dirección del buen conocimiento, otro concepto que proviene del humanismo universalista, precisamente de El mensaje de Silo4, que puede clarificar y organizar el cambio personal y social en este tiempo de crisis del conocimiento. El conocimiento hoy en día está en crisis de muchas maneras: es fragmentado, sectorial, profundiza en los detalles, pero no constituye de forma completa y consistente los objetos más importantes del conocimiento humano, a saber, la vida, el cosmos, nuestro planeta, el ser humano. Es un conocimiento ingenuo, sujeto a errores e ilusiones porque no quiere reconocer que detrás de cada acto hay una consciencia intencional con sus intereses, Es un conocimiento que a menudo se convierte en prerrogativa de unos pocos afortunados (y ricos), mientras que la mayoría está excluido de él. Un conocimiento que discrimina entre modelos culturales e impone una visión única que empobrece los puntos de vista en lugar de enriquecerlos; que por conveniencia y poder está a menudo al servicio de la violencia de todo tipo; que no le importa lo que es más profundo, el sentido de la vida y de la muerte.
Todos estos son peligros reales. El mundo necesita del buen conocimiento, un conocimiento relacional que cree puentes entre disciplinas; que permita que todo conocimiento se exprese y se confronte, sin importar de qué cultura provenga; que dé respuestas a las preguntas fundamentales: ¿qué es un ser humano?, ¿qué es la vida?; que encuentre una forma de ser de todos y para todos con acceso libre y compartido y que detrás de todo conocimiento exista una mente que lo produzca o lo utilice en su propia dirección, por lo que debe ser de suma importancia reflexionar sobre la dirección a la que va dirigido. Solo si se dirige a superar el dolor y el sufrimiento de cada ser humano, solo entonces el conocimiento podrá proporcionar el material para construir el ser humano del futuro y representar la vanguardia de una nueva nación humana.
Entonces, la pregunta que cabe hacerse es: ¿qué estoy haciendo hoy para pensar en modo coherente, de modo tal que crezca una visión integral e integrada del ser humano?
1 Psicóloga y profesora de música, cofundadora e investigadora del Centro de Estudios Humanistas Salvatore Puledda de Roma, Italia. E-mail: [email protected]
2 Morin, Edgar (2009). El Método 1. La naturaleza de la naturaleza. (8ª ed.) Madrid: Seuil.
3 Esta propuesta se encuentra sintetizada en la obra organizada por Jorge Pompei y colaboradores, Teoría y Práctica. Método Estructural Dinámico: seminario, taller; edición publicada en 2008, en Buenos Aires, por el Centro Mundial de Estudios Humanistas.
4 Silo. (2007). El Mensaje de Silo. Rosario: Ulrica Ediciones.
Interpretando al nuevo humanismo. etnología, epistemología y espiritualidad1
David Sámano2
Agradezco la oportunidad que los organizadores de este sexto simposio me han dado para presentar mi libro titulado Interpretando al nuevo humanismo. Etnología, epistemología y espiritualidad.
En otras ocasiones en que he presentado este libro, describo algunas características generales del mismo para luego comentar brevemente algunos de sus capítulos a la luz del momento actual. En esta ocasión haré lo mismo no sin antes ofrecer un agradecimiento a Javier Zorrilla3, entrañable amigo siloísta peruano, con quien no tuve muchas oportunidades de intercambiar, ni siquiera de conocer personalmente, pero que gracias a la invitación que recibimos los dos para integrarnos a una lista de correo en internet, organizada por amigos que compartían el interés de entender lo que sería una antropología del nuevo humanismo, tuve la oportunidad de intercambiar algunos puntos de vista con él.
Javier se fue convirtiendo en el líder de opinión de esa lista, nos trazaba con claridad el camino que había que seguir para ubicar la corriente antropológica más afín al pensamiento del nuevo humanismo. Fue así que se refirió a Dilthey, Husserl y Ortega como pensadores preocupados por la experiencia (humana) que, seguramente, deberían ser afines a lo que sería una antropología del nuevo humanismo o a lo que se podría llamar una antropología siloísta, sin que necesariamente estas fueran lo mismo. A esa línea que nos trazaba Javier, yo solo añadí que antropólogos como Boas y sus discípulos, influidos por Dilthey, se concentraron no tanto en la experiencia humana, sino en “el impacto de la cultura en la experiencia humana” –según lo afirma– un diccionario de antropología4 y en eso Javier estuvo de acuerdo conmigo.
Con esa aclaración, deseo destacar que el aspecto humanista de la antropología cultural fundada por Boas, que algunos han querido postular, no era tanto porque tomara en cuenta la consciencia histórica de Dilthey o la intencional de Husserl, sino porque se centra en el estudio del individuo. Pero se trata de un individuo concebido y determinado culturalmente, y esto no aseguraba que Boas estuviera exento de al menos una pizca de positivismo, corriente que por cierto Javier había subrayado como criticada por Silo, el autor del Diccionario del nuevo humanismo. Estas sutilezas nos llevaban a ver en el siloísmo y el nuevo humanismo más una antropología filosófica que cultural, más una antropología que reflexiona filosóficamente sobre el ser humano, su evolución y su lugar en el cosmos que una antropología que trata de describirlo científicamente. Creo que Javier supo ver en mis escritos algo que yo mismo no veía: el intento de fusionar esas dos antropologías y creo que eso lo expresó en las palabras introductorias que amablemente accedió a escribir para la primera edición de mi libro:
“Se trata de un paradigma que por fin reconcilia el determinismo con la libertad, lo subjetivo con lo objetivo, la espiritualidad con la materialidad y el individuo con la sociedad. En la cosmovisión que el autor nos ofrece, no es posible ya separar al hombre de la naturaleza, de la propia humanidad y del espíritu, sobre todo si es que se quiere transitar intencionalmente por un camino de libertad creadora y solidaridad universal que toma en cuenta las tendencias mecánicas para superarlas, especialmente cuando éstas se oponen al proyecto vital del ser humano concretamente considerado en toda época, cultura, aspecto o dimensión: superar lo que produce dolor y sufrimiento. Esta mirada es la que le permite al autor ir al rescate de lo humano en las diversas culturas, épocas y temas, haciendo posible la convergencia de una diversidad creadora que él remonta a los primeros grupos humanos de caza y recolección, pasando por los agricultores hasta llegar a las primeras sociedades complejas, en las que por cierto no faltaron los reinos e imperios esclavistas. En ese proceso, nos muestra el autor, los hombres no se habían separado aún de los dioses y diosas que marcaban sus destinos dentro de una espiritualidad que vivía en los mitos y ritos fundacionales de cada sociedad. Cada ceremonia, cada fiesta, recuperaba ese paraíso perdido en el que todo el universo se armonizaba y el alma individual y colectiva crecía en fuerza y unidad con todo lo existente. El autor rescata así el sentido profundo de la religiosidad popular y con ello facilita el encuentro de la diversidad religiosa superando tanto el fundamentalismo como el relativismo que hace imposible descubrir lo universal humano en la traducción particular que cada pueblo y cultura hace de él.
Lo profano se amplió con el desarrollo de una ciencia que terminó engullida por el mercado y divorció la razón de la fe, desacralizando todo a su paso, dejando como sentido único la conquista violenta y devoradora de la naturaleza, la cultura y todo lo que alguna vez se experimentó y cuidó como lo sagrado. Esta experiencia profunda fue reemplazada por el fetichismo del dinero y la adoración a ídolos de barro que el autor adscribe al dominio de una mirada externa que vacía de sentido la propia conciencia haciéndola dependiente de lo externo y accidental. El trabajo de David Sámano recompone la unidad perdida y fundamenta con el nuevo humanismo, el pensamiento complejo, más la experiencia espiritual genuina del actuar intencional, inspirado y creador que nos pueda sacar del atolladero histórico en que nos ha puesto un sistema social y mental estructuralmente violento, ambicioso, compulsivo, consumista, contaminante y depredador”.
Por mi parte, quisiera decir que el libro reúne una serie de conferencias que tuve la oportunidad de ofrecer desde1999 hasta el 2015. Sobre todo, se abordan temáticas propias de la etnología, la epistemología y la espiritualidad, que también están implícitas en la corriente de pensamiento del nuevo humanismo.
Estos escritos conllevan una interpretación mutua entre las ideas del nuevo humanismo y las disciplinas y áreas del conocimiento mencionadas; de ahí el nombre de este libro. Espero que esta obra, sin pretender ser un material oficial del movimiento humanista, sirva tanto a públicos conocedores del nuevo humanismo como a personas interesadas por las humanidades y las ciencias.
Para finalizar, hoy quisiera comentar en torno a una de las conferencias que contiene. La preparé para el Foro Humanista de Nueva York, en el 2009 y se tituló El concepto de región desde una perspectiva humanista. El caso Norteamérica. La retomo porque en estas fechas están llegando miles de migrantes centroamericanos a México rumbo a los Estados Unidos y en dicha conferencia hablé justamente de este fenómeno, pero en el contexto del año 2009 que es muy diferente del actual.
Intenté en aquel texto establecer ciertos rasgos y tendencias culturales comunes de una región que va desde Centroamérica hasta Canadá. Recurrí al concepto de región, que a veces es utilizado en antropología, aunque también pude haber utilizado el de área cultural siguiendo al antropólogo americano Julian Steward5. Este autor se caracteriza por utilizar métodos antropológicos para el estudio de sociedades complejas, como las que se dan en países o en regiones integradas por países.
En una de sus obras, explica que hay dos rasgos que constituyen lo común en una sociedad nacional y que también se puede apreciar en una región constituida por varios países: el legado histórico y la influencia de los medios masivos de comunicación. En sus estudios sobre Puerto Rico encuentra aspectos comunes a todos los países latinoamericanos, como el idioma español, el dominio masculino de la familia, el parentesco ritual, el paseo en la plaza del pueblo y los estilos españoles en el arte y la música. También destaca Steward el énfasis que los pueblos latinoamericanos ponen en “los valores espirituales y humanos más que en los comerciales; el interés en la poesía, la literatura y la filosofía, más que en la ciencia y la industria; en fin, el énfasis en la hospitalidad y las relaciones personales y no en el individualismo competitivo” (p. 99). Creo que en este último aspecto, se acerca a las apreciaciones del latinoamericanista ruso Serguei Semenov6 cuando destaca –como lo apunto en mi libro– que en la civilización iberoamericana (en la que incluye a Latinoamérica) hay un “utopismo arraigado en la conciencia social de casi todos los pueblos latinoamericanos”.
En síntesis, Steward comenta que hay tres rasgos o hechos que constituyen el común denominador de la cultura nacional o regional:
-
Los que surgen de las instituciones básicas que afectan a todos los individuos.
-
Los rasgos de herencia cultural común, por ejemplo, el legado hispánico de la mayoría de los pueblos latinoamericanos.
-
Y las uniformidades producidas por los medios masivos de comunicación, que en el contexto actual podrán referirse al impacto del neoliberalismo.
Para Steward, estos aspectos pueden generar mayor diversidad dentro de los países que la dinámica interna de cada uno. Hoy podemos apreciar con mayor evidencia que en la década de 1950 (cuando Steward dio a conocer su pensamiento). Las transferencias de tecnología especializada de país a país, los tratados comerciales, internet, en síntesis, el sistema mundial provocado por el neoliberalismo ha dado lugar a un tipo de diversidad en la que la innovación tecnología tiene gran influencia causal. Por otro lado, las manipulaciones del gran capital mundial a través de sus distintas redes están desembocando en un estilo de vida migrante de grandes conjuntos humanos. De modo que son distintos los factores que están generando diversidades y uniformidades en cualquier área cultural y específicamente en Centroamérica y Norteamérica.
Algo que caracteriza la clasificación de áreas culturales que hizo Steward es que nos muestra cuán parecidos pueden ser pueblos geográficamente distantes y cuán diferentes pueden ser grupos geográficamente próximos. Hoy vemos en México la llegada de contingentes humanos que se parecen más a los que llegan a Europa procedentes de África en calidad de refugiados, que a los trabajadores migrantes. Ya no se trata de un fenómeno de migración universalizado por el “modo de producción neoliberal”. Al parecer, estamos ante otro fenómeno tipo “bomba o colapso demográfico” como lo denomina Andréi Korotáyev, un etnólogo ruso que analiza el caso de Nigeria7.
Hay quienes opinan que el problema no es demográfico, dicen que las predicciones de Malthus no contaban con avances tecnológicos para fabricar alimentos. Y eso es verdad. Sin embargo, desde el punto de vista de las ciencias, como la etnología y antropología, descubrimos que si globalmente la población de la humanidad no es un factor de riesgo, el neoliberalismo provocó el sobrepoblamiento de ciertas zonas del planeta para luego abandonarlas dejándolas a su suerte. Originalmente esas poblaciones tenían los recursos cultuales para mantener su población más o menos estable a largo plazo, de modo que podían vivir sin tener que migrar. Pero desde la sucesión e imposición de formas económicas precursoras del neoliberalismo, como el capitalismo mercantilista, el sistema de haciendas y el capitalismo industrial, la población creció descontroladamente acompañada de una pérdida de su autonomía alimentaria y de un deterioro de su medio ambiente provocado por la imposición de estilos de vida que se desarrollaron en otros ambientes y contextos.
Gracias a los flujos de trabajadores que desde 1950 marchaban hacia Estados Unidos, el exceso y crecimiento de la población pudo sostenerse hasta nuestros días, pero como dijo el propio Malthus “el crecimiento de la población puede no ser más que el signo de una prosperidad pasada”. En sentido regional, yo especifico y reitero que no consideramos que el planeta entero esté sobrepoblado y que habrá escasez de alimentos en poco tiempo, sino que ciertas zonas del planeta fueron forzadas a entrar en el sistema económico mundial, lo que ha provocado una situación de desastre demográfico en la actualidad.
Hoy en México estamos recibiendo a miles de personas que llegan de Honduras. Muchos de ellos, más que buscar trabajo en Estados Unidos, huyen del deterioro de la calidad de vida en sus países sin reparar que aquí en México, probablemente, tengamos dificultades similares, pues estamos ante un problema regional. Los recibimos en una curiosa situación en la que tenemos un gobierno corrupto saliente, que juega un doble papel al ofrecer cierto apoyo humanitario, pero deporta una cantidad de gente por año mayor que la que deporta Estados Unidos. Por otro lado, tenemos un gobierno entrante en el que tienen muchas esperanzas los pueblos de la región.
En el Diccionario del nuevo humanismo8 se explica que el humanitarismo no se plantea la transformación de las estructuras que dan lugar a los males sociales como sí lo hace el humanismo. Y el gobierno entrante ha dicho que creará fuentes de trabajo para todos los que están llegando de Centroamérica. Desde nuestro punto de vista y dadas las circunstancias de crisis global del neoliberalismo, se entiende la urgencia de tomar una postura humanitaria, que podría llegar a tomar una faceta humanista siguiendo múltiples rutas, pues en esta situación de emergencia social, parece que ser humanitario es ser humanista en el sentido en que lo afirma el documento humanista9.
Muchas gracias.
1 Este texto de interpretaciones culturales y testimonio personal es una presentación elaborada por el autor sobre su libro Interpretando al nuevo humanismo. Etnología, epistemología y espiritualidad. Ha sido enviado por el autor como su contribución al VI Simposio del CMEH, al igual que las ponencias internacionales de esta sección.
2 Filósofo y docente investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y miembro del Centro de Estudios Humanistas Toltecáyotl de México. E-mail: [email protected]
3 Javier Zorrilla Eguren. Magíster en ciencias sociales e investigador del Centro de Estudios Nueva Civilización de Perú.
4 Barfield, T. (2000). Diccionario de Antropología. Madrid: Siglo XXI editores p, 51.
5 Steward, J. (2014). Teoría del cambio cultural (1ª ed). México: CIESAS|UAM (p. 99).
6 Semenov, S. (1994). Tradiciones e innovaciones humanistas en el mundo iberoamericano (pp.81 – 102). En: El Humanismo en las diferentes culturas. Anuario 1994 del Centro Mundial de estudios Humanistas. Santiago: Virtual ediciones.
7Ver en https://actualidad.rt.com/actualidad/214378-amenaza-real-cierne-humanidad
8 Silo (1996). Diccionario del Nuevo Humanismo. (1ª ed). s/l. Centro Mundial de Estudios Humanistas.
9 Silo. Documento Humanista. En: Carta a mis Amigos. Sobre la crisis social y personal en el momento actual. (1994) Santiago: Virtual ediciones.
Unidad en la diversidad: de una necesidad histórica a una construcción intencional
Javier Tolcachier1
Unidad en la diversidad no es solo un eslogan bonito. Entenderla como simple acumulación en función de meras coyunturas políticas y sociales es reducir su real significado de necesidad histórica. La ponencia analiza esta necesidad como producto del proceso y como respuesta al momento histórico, discurre sobre la polaridad y el signo de distintas fuerzas aglutinantes, expone algunas dificultades y paradojas propias de la construcción de unidad en la base social y propone rumbos de acción.
La unidad como necesidad histórica
La humanidad atraviesa un momento de fragmentación. Aunque no sea fácil dar una respuesta definitiva, es interesante preguntarnos cómo se ha llegado a esta situación. Esto, además de un probable aporte al conocimiento, podría darnos claves sobre el sentido histórico de la desestructuración, como así también sobre los elementos necesarios para la reconstrucción de la futura unidad social.
Como explica Silo en un pasaje de su libro Cartas a mis amigos2:
“Tanto el capital como el trabajo, las culturas, los países, las formas organizativas, las expresiones artísticas y religiosas, los grupos humanos y hasta los individuos están enredados en un proceso de aceleración tecnológica y de desestructuración que no controlan. Es una descomposición interna de estructura y medio circundante, en la que antiguos valores, creencias y formas de organización social no logran responder ya a las necesidades humanas.
Se trata de un largo proceso histórico que hoy hace crisis mundial y que afecta a todos los esquemas políticos y económicos, no dependiendo de éstos la desorganización general ni la recuperación general.
Las diversas estructuras sociales, desde las más primitivas a las más sofisticadas, tienden a la concentración progresiva hasta que se inmovilizan y comienza su etapa de disolución de la que arrancan nuevos procesos de reorganización en un nivel más alto que el anterior. Desde el comienzo de la historia, la sociedad apunta hacia la mundialización y así se llegará a una época de máxima concentración de poder arbitrario con características de imperio mundial ya sin posibilidades de mayor expansión. El colapso del sistema global ocurrirá por la lógica de la dinámica estructural de todo sistema cerrado en el que necesariamente tiende a aumentar el desorden (entropía)”.
Desde otro punto de vista –el del despliegue del espíritu absoluto– dirá Hegel en su Fenomenología del espíritu:3:
“No es difícil darse cuenta, por lo demás, que vivimos en tiempo de gestación y de transición a otra época. El espíritu ha roto con el mundo anterior de su ser allí y de su representación y se dispone a hundir eso en el pasado, entregándose a la tarea de su propia transformación”.
Desde el ángulo de la interacción entre medio circundante –a lo que también se llama sociedad o mundo y estructura-intersubjetividad humana– podríamos hipotetizar o inferir que la desintegración del medio social, de las convenciones, los hábitos vigentes, los modos de organización, los valores, los vínculos entre las personas, podrían hallarse en íntima conexión con una necesidad expansiva de lo humano, aprisionada en las costuras del mundo en desaparición.
Desde una mirada existencial, sería la asfixia de la alienación, caracterizada en cualquiera de sus versiones, la que empujaría la dilución-destrucción de un mundo oprimente. La estructura humana se rebelaría contra la enajenación, contra el extrañamiento y la externalización producidas por la cristalización de estructuras generadas por el ser humano, pero alejadas ya de su control intencional, para recuperar la agencia de la intencionalidad sobre el mundo ´golemizado´, autómata y en apariencia autosuficiente.
No hay duda de que el mismo sentido de la vida humana, al ser confrontado por su némesis, el sinsentido, estaría apelando a revolucionar las formas del convivir, en este caso, intentando hacer desaparecer los lazos anteriores. Este punto de vista existencialista podría entonces interpretar la historia como un proceso de reapropiación humana desde el registro de conciencia alienada en reacción al sometimiento que experimenta ante fuerzas externas o extrañas a sí.
Cualesquiera fuera la hipótesis desde la que se arriba, el panorama de disolución y atomización se registra como trágico en referencia al huracán de fuerzas centrífugas que dificultan toda relación interpersonal, toda organicidad de estructuras rígidas, una coherente construcción intelectual, la armonía artística, entre tantas otras actividades humanas que resultan desorganizadas.
Silo explica que la desestructuración llegará a su punto más alto en la base social, a partir de la cual comenzará una recomposición del tejido humano. Ante este panorama de disolución, es evidente que el trazo unitario, la necesidad de unidad, aparece como nítida compensación mecánica de la dirección de atomización divergente, paradójicamente necesaria para permitir la disolución de esquemas sociales que actúan a modo de mordaza anímica.
Fuerzas aglutinantes regresivas o evolutivas
Por la necesidad de unidad, en el desesperado intento de amarrar ligazones en un mundo cuyos vínculos se ven corroídos por una progresiva desaparición, el colectivo humano apela a lo que podemos llamar fuerzas aglutinantes. Estas fuerzas aglutinantes ser de carácter regresivo o evolutivo. Entre las primeras, encontramos al nacionalismo xenófobo, a la discriminación racista, al fundamentalismo religioso, a las derechas políticas, a los naturalismos radicales. Todos ellos contienen una matriz antihistórica que atrae a millones de personas y convocan un regreso ante la crisis del presente.
Las rasantes transformaciones del paisaje humano en creciente mundialización incorporan una interacción cultural nunca experimentada anteriormente. Este hecho, sumado a la inestabilidad generada por los veloces cambios, producen fuertes repliegues hacia zonas de aparente seguridad psicológica, en búsqueda de lo particular y reconocido. Ante la incertidumbre del futuro, se rehúye del presente buscando refugio en el pasado.
Parte de esas reacciones tienen relación con la precariedad socioeconómica y existencial de grandes mayorías que ven cerrado su futuro ante la asfixia generada por la concentración monstruosa de capital. Asimismo, la imposición globalizadora, la uniformización cultural produce fuertes reacciones en los pueblos y estos tienden a sobreafirmar identidades, a radicalizar creencias y usos culturales y a rechazar lo diferente.
Algo similar ocurre ante la afirmación de nuevas tendencias y la ampliación de derechos y libertades. En sociedades en las que las diferencias de sensibilidad generacional se acentúan –justamente por la velocidad de las transformaciones–, los hábitos instalados entran en crisis ante el embate generacional y reaccionan aglutinándose en respuestas retrógradas.
Todo ello podría agudizarse en sociedades en las que la pirámide demográfica tiende a envejecer o en otros lugares, inversamente, la misma reacción puede ser protagonizada por un sector excluido de la juventud a manera de rebelión generacional, que culpa de la crisis generalizada a la situación creada por sus mayores.
En la vereda de enfrente, se encuentran tendencias aglutinantes evolutivas, cuyo signo distintivo son la inclusión de la diversidad, la horizontalidad y el reclamo de nuevos modos de actuar en la vida política y social. Estas fuerzas, que hace unos años parecían incipientes, impermanentes y programáticamente inconsistentes, han logrado afirmarse y en pocos años han construido perspectivas de futuro y producido efectos demostración en la superficie social. Ejemplos de ello son la irrupción de nuevas generaciones en la esfera política, los avances de una indetenible marea feminista, la multiplicación de formas familiares legalmente aceptadas, la conquista de nuevos derechos, el repudio social creciente a las distintas formas de violencia, el apego masivo a la paz, la desestabilización de instituciones arcaicas, entre otros.
Por supuesto que todo esto no ha logrado todavía desterrar las prácticas sistemáticas de violencia en sus distintas modalidades y también queda claro que este desarrollo no es uniforme, pero ya revela avances profundos en la conciencia social y en el quehacer cotidiano de conjuntos cada vez más numerosos.
Algunas dificultades para la unidad
Aún impulsada por la necesidad histórica y orientada en sentido evolutivo, la unidad se encuentra con dificultades en el transcurso de su construcción. Algunas de estos escollos, de menor calibre, se relacionan con posicionamientos o intereses particulares de coyuntura. Poner lo particular por encima de lo general constituye por regla general un error.
Sin embargo, entre los problemas de mayor calado está la tendencia de alimentar la identidad a partir de la diferencia. Esta característica, que puede ser fácilmente rastreada aún en conjuntos que pretenden cambios evolutivos, podría considerarse como un resabio de signo inverso, como un contrabando ilegítimo de carácter regresivo.
Dicho problema suele ser arrastrado desde la misma condición de origen de un grupo cualquiera, en especial si el grupo fue perseguido, estigmatizado o aislado para impedir su proliferación. Al respecto, puede decirse que todo fenómeno emerge en diferenciación de lo existente, con mayor razón si se trata de ideas y prácticas renovadoras. Dicha diferenciación inicial se fortifica aún más para autoorganizarse trazando límites entre lo que es y lo que no es, entre los que son y los que no son, entre los nuestros y los otros.
No obstante, lo estructurado nunca es mayoritario. Para que la idea de esta minoría pueda influir de algún modo en el sentido común –lo cual es su objetivo– la minoría debe relajar su diferencia y tender puentes. Si esto no se produce, el colectivo recogerá crecientemente elementos que tienden a la desadaptación y se direccionará en el mismo sentido para no contaminarse ni desviarse de su propósito original. Dicha dirección mental impedirá valorar la diversidad como fuente de riqueza y como necesaria acumulación de potencial transformador.
Más allá de sus características fundacionales, toda corriente sufre en algún momento este fenómeno. Algunas organizaciones incluso han llegado a ejercer mecanismos represores dentro de sus propias filas y han tildado a los autocríticos, aperturistas, conciliadores, innovadores o inoportunos adelantados de “traidores, desertores, herejes, desviacionistas” y denominaciones similares.
La raíz de esta exacerbación identitaria, que dificulta la relación paritaria con otros, está por un lado en la propia memoria, que constituye la base de la identidad. Por otro lado, en el sentido de comunidad que otorga. Engrandecer verdaderamente la propia identidad reconociendo las virtudes de otros es abandonar la tendencia a considerar lo propio como lo mejor, ya que lo mismo le sucede a los demás, siendo impropio pedirles algo que uno no está dispuesto a hacer. Resaltar imperfecciones en los proyectos colectivos iniciados por otros –característico del alimento diferenciador–, no solo impide su mejora (en el caso de que aquellas existan) sino que también dificulta observar mejor las propias imperfecciones y las virtudes de los demás.
El problema reside en que no es sencillo desprenderse de la propia memoria, de los afectos y vivencias ligados a ideas y prácticas que se abrazan con fervor reverencial. La definición identitaria suele condensar un paisaje de formación, una respuesta generacional y propia y un poderoso mandato cultural que se resisten a ser abandonados. Es la bandera que no puede ser entregada en la batalla vital, so pena de registrarse como íntima traición a las mejores causas.
Pero la idea de abandono es radical y ficticia. La identidad es en realidad un fenómeno dinámico que deberá alimentarse necesariamente en la adaptación creciente del medio variable. De lo contrario, quedará cristalizada en sus pétreos recuerdos. Esa comprensión de identidad dinámica es el umbral para una complementación real con otros. Y obviamente, la base mínima para emprender transformaciones.
En cuanto al sentido de comunidad, una necesidad de la consciencia que busca completarse con otros, este también puede ampliarse y diversificarse. Si uno mira detenidamente, uno pertenece en todo momento a comunidades diversas: vecinos, familia, conciudadanos, compañeros de labores, etc. Estas comunidades a su vez están en movimiento compositivo e histórico, unos vienen y otros se van. De allí que aferrarse a la idea de una sola comunidad de modo estático es ir contra la evolución de las cosas y redunda en sufrimiento. Las comunidades pueden ampliarse, en sentido no solamente cuantitativo, sino también cualitativo, emprendiendo relaciones creativas con otras para conformar nuevas entidades. Así ha sucedido a lo largo del proceso humano con todos los pueblos de la humanidad.
Además de esto, hay una paradoja histórica en el desarrollo de todo conjunto que puede enunciarse del siguiente modo: Los núcleos de ideación, de doctrina o creencia solo existen en su forma pura, original o supuestamente ideal en entornos diferenciados, pequeños y relacionados cultural e históricamente con sus condiciones de origen. Para trascender a otros ámbitos extensos, de complejidad creciente y con culturas y momentos históricos distintos, deben perder parte de su calidad original.
Esto es así porque en la complementación y síntesis estas matrices deberán recombinarse y fusionarse con moldes que no son propios. Dicho de otro modo, todo núcleo de ideas que pretenda permanecer incólume tenderá a conservar su condición de origen, perdiendo dinamismo de relación con su entorno histórico y, por tanto, influencia.
La unidad como construcción intencional
De este modo, podemos arribar a condiciones que nos permiten pensar en articulaciones crecientes, en la unidad como construcción intencional. La relación abierta y complementaria implica transformaciones en todos los entes involucrados. Es una ilusión influir sin ser influido, no es posible transformar sin ser a la vez transformado.
El signo intencional evolutivo de la unidad estará dado por recoger los contenidos de mayor calidad de cada segmento en articulación, facilitando su relativa autonomía y de ninguna manera imponiendo una parte sobre el todo. De esta manera, la articulación y sus fragmentos se nutren de lo mejor de cada quién, de cada historia y de cada memoria, dejando intactas la influencia sectorial acumulada y su crecimiento.
Esta unidad representa la creación de un nuevo sujeto histórico, diferente e independiente de los anteriores, superador de la parcialidad y la fragmentación y transformador de cada una de las particularidades compositivas. Sujeto que, a su tiempo y por virtud de un nuevo desacomodo de las circunstancias históricas, será necesario interpelar y deconstruir.
Para finalizar, bien vale recordar una frase del humanista del Renacimiento Pico Della Mirándola, quien en sus 900 tesis decía: “Aquello que entre los cabalistas se dice Metatrón, es sin duda lo que es llamado Palas por Orfeo, mente paterna por Zoroastro, hijo de dios por Mercurio, sabiduría por Pitágoras, esfera inteligible por Parménides”4.
O en palabras de Silo, recogidas en el Documento humanista5: “entre las aspiraciones humanistas y las realidades del mundo de hoy, se ha levantado un muro. Ha llegado pues, el momento de derribarlo. Para ello es necesaria la unión de todos los humanistas del mundo”.
1 Investigador en el Centro de Estudios Humanistas de Córdoba. Editor de Pressenza International Press Agency. Escritor, productor radial y analista. Columnista en diversos medios de América Latina y el Caribe. Militante humanista. Actualmente, facilita coordinaciones en el Foro de Comunicación para la Integración de NuestrAmérica. E-mail: [email protected]
2 Silo. (1994). Cartas a mis Amigos Sobre la crisis social y personal en el momento actual. Santiago: Virtual ediciones.
3 Hegel, G.W.F. (2010). Fenomenología del Espíritu. Madrid: Abada editores / UAM ediciones.
4 Pico Della Mirandola, G. (2014). Las 900 Tesis. México: Universidad Nacional Autónoma de México (Nuestros Clásicos; 102)
5 Silo, (1994). Documento Humanista. En: Cartas a mis Amigos. Sobre la crisis social y personal en el momento actual. Santiago: Virtual ediciones.
Poner en marcha la Renta Básica Universal es una revolución
Entrevista a Juana Pérez1 realizada por Judith Purizaga2 para Pressenza International3
Un nuevo derecho humano está en gestación y como la gran mayoría de derechos es producto de la lucha activa mundial. El nuevo derecho, la renta básica universal (RBU), tiene el objetivo de que cada ser humano cuente con recursos económicos para una vida digna. Y pese a su trascendental impacto, encuentra detractores por doquier, siendo los principales –increíblemente– nuestras propias creencias, los falsos mitos y el sistema actual. No obstante, la historia hará su papel y sin duda alguna, pronto este será inherente a todo ser humano.
En el marco del VI Simposio Internacional “Labrando Nuevos Caminos” del CMEH, la renta básica universal fue abordada por la periodista española Juana Pérez quien, a través de un documental y videoconferencia, comentó los alcances de la propuesta. Para incorporar sus aportes a la memoria del Simposio, Pressenza International Press Agency realizó la siguiente entrevista, donde se delinea el alcance de este nuevo derecho para devolver al ser humano su dignidad perdida, superar a la vez los mitos del trabajo y el empleo, de la acumulación y acabar con la pobreza estructural. “Ponerlo en marcha, que funcione e implementarlo en un país, es la revolución”, señala.
Pressenza: En el marco de este VI Simposio, ¿qué se plantea con la denominada renta básica universal?
Juana Pérez: Yo soy una ferviente defensora de la renta básica universal. Considero que es un primer paso como medida económica hacia un nuevo futuro, pero también abre posibilidades de dar mayor libertad a los seres humanos. Una renta básica universal es una asignación que en principio planteamos que sea monetaria, que lo paguen los Estados y que se asigne a cada individuo. La renta básica tendrá cuatro elementos que la definen: 1) Individual, se entrega al individuo por el hecho de haber nacido; por tanto, no es una renta que se le asigna a un núcleo familiar. Defendemos que por el hecho de haber nacido humano tiene derecho a una asignación que le permita vivir dignamente. 2) Universal, puesto que está dirigida absolutamente a todos los individuos que viven en un Estado. 3) Suficiente, que te permita vivir en condiciones dignas, que permita que tú subsistas, aunque no tengas otro tipo de ingresos. 4) Incondicional, que no tengas que demostrar si tienes empleo o no, si quieres trabajar o no, si tienes otros ingresos o no, si eres rico o pobre, si eres hombre o mujer… sin condiciones. Así que es individual, universal, incondicional y suficiente.
Pressenza: Me dices sin condiciones. La renta básica universal se diferencia de los actuales programas sociales con subsidios que asignan otros países a los naturales de una nación por su condición de desempleado, por ser mayor de 65 años, o para reducir el índice de pobreza, entre otras. ¿Estas son medidas que se han esbozado quizá como antecedente de este nuevo derecho?
J.P.: No tiene nada que ver, en realidad. En el caso de la ayuda para pobres, por ejemplo, es para gente que no tiene suficientes medios económicos y eso ya es una condición para apoyarlos. Es una medida que podemos llamarla “caritativa”. Pero no es un derecho universal que nosotros estamos reivindicando, un derecho para cualquier persona, desde el más pobre hasta el más rico. Y debería ser el primer derecho universal porque sería el que garantizará que puedes sobrevivir, que el cuerpo sobrevive porque tiene para comer, porque tiene un techo donde vivir, porque tiene para pagar los servicios, luz, etc.
Pressenza: Según has señalado, la renta básica universal rescata la dimensión fundamental del ser humano que es la libertad, reivindicando su condición humana. Esta es una gran diferencia. ¿Puedes explicarlo?
J.P.: Claro. Por una parte, tiene un lado económico que es fundamental. Mira, primero me gustaría hacer una aclaración. Si tú das una renta básica universal e incondicional, rompes con ciertos vicios o dificultades que plantean las otras ayudas que eran para la pobreza, por ejemplo. Porque hay una tendencia en los países donde se dan, hay una trampa, y es que para poder recibir esas ayudas a los pobres, tienes que demostrar que no tienes trabajo, que no tienes empleo. ¿Qué ocurre? Por ejemplo ‒hablo del Estado español‒ es habitual que cuando te ofrecen un empleo parcial, por unas horas, muy mal pagado, cada vez más precario, como está ocurriendo, entonces decides no aceptar ese empleo porque se supone que pierdes esa ayuda que te dan por desempleo. Entonces, lo que se produce como fenómeno, y así ha sido durante décadas, es que esas ayudas para pobres, lo que hacen es generar un porcentaje de población que vive en lo que llamamos pobreza estructural, de la cual no van a salir. Es una trampa. Porque es probable que, por ejemplo, yo acepto el empleo y pierdo la ayuda, y luego de dos meses pierdo el empleo, entonces es muy probable que luego ya no me den la ayuda y me quedo sin nada. Eso me lleva a no arriesgarme a aceptar el empleo. Es una trampa muy complicada y nunca vas a poder salir de eso.
Pressenza: La trampa de un círculo vicioso de pobreza…
J.P.: Sí, y eso conecta con eso que tú planteabas de que la renta básica universal no solo es una medida económica, que lo es también, sino que afecta a muchos elementos. Primero, a las creencias que están en la base de la cultura occidental y que dice como maldición bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. De tal manera que si no te lo has ganado, no tienes derechos. Esta es una creencia muy tramposa en un mundo donde cada vez hay menos empleo y aunque estés empleado, no necesariamente vives en condiciones de vida digna, porque no tienes un salario digno, ¿no?
Bien, ¿qué pasaría con una renta básica? ¿Qué mueve ese sistema de creencias? Hay mucha gente que desconoce el tema y dice “pero ¿por qué se le va a dar algo a alguien, sino lo ha trabajado? Bueno, consideramos que todos trabajamos, aunque este es otro tema que en otra ocasión compartiremos. Todos trabajamos, aunque no estemos empleados, son cosas diferentes el empleo y el trabajo, no necesariamente son lo mismo. Y ¿qué ocurre? En relación a tu pregunta, si yo tengo una base económica mínima para poder sobrevivir, yo tengo mucha más libertad para moverme, para tener mejores condiciones, para tener muchas más ideas e imágenes que me permitan salir adelante, ganarme la vida en otras cosas, hacer otras cosas, con lo cual gano en libertad de muchas maneras, libertad física y también psicológica. No hay mayor cadena, por decirlo de algún modo, que la cadena del sufrimiento y el temor. Por eso, la renta básica se plantea como un derecho emergente de cuarta generación, los anteriores son derechos de libertad, sociales y ahora están los emergentes, que todavía no están reconocidos.
Pressenza: En el sistema actual, donde el eje es el dinero (traducido en el empleo), el tema de los derechos humanos está teñido por esta marca, ¿no? Frente a ello se presenta la condición del ser humano con derechos inherentes a él. ¿Se ha perdido de vista este hecho? ¿Cómo la renta básica puede contribuir a recuperarlo?
J.P.: Mira, ahí hay un tema. Muchos colectivos, por ejemplo, en el Estado español, que defienden la renta básica hablan de que esta te da dignidad. Nosotros como humanistas consideramos que tú naces con esa dignidad, tú naces como ser humano con esa dignidad como tal. Es algo que nos caracteriza. Es fundamental reivindicar esa característica que nos es innata.
Pressenza: Viendo el otro lado, hay muchos detractores de esta propuesta, que le encachonguentran debilidades, como el hecho de que el ser humano ya no se esforzaría por trabajar o desarrollarse, que va a limitar las iniciativas, ¿cómo ves esto?
J.P.: Bueno, hay mucha gente en contra que dice, por ejemplo, “por qué se le va a pagar a alguien sino se lo gana” a cambio de nada. No es así, no es a cambio de nada. Todos los seres humanos estamos aportando algo. Primero con los impuestos, que se encuentran en todo lo que compramos y consumimos en cosas básicas (alimentos, ropa, etc.), ya estamos apoyando con impuestos. Además, hay muchas formas de aportar, no solamente con el empleo o el trabajo remunerado. Trabajamos de muchas maneras, cuando cuidamos a los nuestros, o haciendo arte, o cuando hacemos que en el lugar donde estamos logramos que las relaciones sean positivas, eso aporta también, aporta a la vida. Trabajo. Trabajo y no empleo. Yo, por ejemplo, trabajo desde que me levanto hasta que me acuesto. Lo que es cierto es que trabajo las 24 horas al día, porque mi conciencia trabaja en el semisueño, ¿no? Pero, sin llegar a esos términos, desde que me levanto hasta que me acuesto trabajo para que este sistema funcione. Para que la vida funcione. Así que eso de que solamente aporta aquel que está empleado y además el que mejor salario tiene, eso no es cierto. Es muy probable que los grandes multimillonarios son los que menos aportan y, por el contrario, millones de seres humanos, las mujeres, por ejemplo, ¿cuántos millones y millones de las mujeres en el planeta son las que sostienen las familias, las que hacen crecer la vida y no reciben nada a cambio? ni el reconocimiento a su trabajo. Entonces, ahí hay que revisar.
Pressenza: La propuesta de la renta básica está derribando varios mitos.
J.P.: Sí, absolutamente. En algún momento, habría que estudiar un poco la historia. Recordemos que no siempre existió la propiedad privada, no siempre existió el empleo remunerado, en realidad, vino después de la esclavitud. Es que se dieron cuenta en algún momento que si a alguien le pagaban por su trabajo, iba a rendir más que si no se le pagaba nada. Por eso, como ahora se ha multiplicado la población y hay cada vez menos empleo, los grandes y pequeños empresarios se pueden permitir pagar menos salarios porque les sobran los trabajadores. Es una trampa muy grande, por eso este momento es crucial para la defensa de la renta básica.
Pressenza: Ahí también hay un tema de fondo que derribaría otro mito, que es el tema de la acumulación y distribución de la riqueza. Los que han acumulado la riqueza tienen mayor capacidad de decidir sobre los que no tienen riqueza acumulada y eso influye en las condiciones humanas. ¿Es cierto esto?
J.P.: Claramente. Hay una creencia que no tiene ninguna base, pero que evidentemente la han instalado quienes tienen el poder de los grandes medios de comunicación. Es, por ejemplo, que la riqueza es de quien la ha usurpado. Se cree que los que tienen sus cuentas con grandes capitales en paraísos fiscales son especialmente inteligentes, pero son especialmente ladrones y usurpadores. Porque la riqueza que se ha acumulado es una riqueza histórica, la riqueza actual, por cierto, es consecuencia en buena parte del desarrollo tecnológico, por tanto, también es el resultado del trabajo de miles de generaciones, de miles de millones de seres humanos. La riqueza se ha construido con lo que han ido acumulando los millones de seres humanos a lo largo de la historia y lo que la humanidad entera aporta en el tiempo actual. Porque no solo aportan, qué se yo, los Rockefeller, Bill Gates, entre otros; no, no, no, estas son las creencias que los medios van imponiendo; aporta cualquier persona de África u otro continente, en síntesis, toda la población actual que estamos viviendo, que coincidimos en estos momentos en el planeta, que están vivas, más todas las generaciones previas, a lo largo de la historia son los responsables, los que han ido generando la riqueza que existe en estos momentos. Lo que ocurre es que también en este momento, como sabemos todos, la riqueza está cada vez más acumulada en menos manos. Cada vez más injusticia, más desigualdad social. En un momento donde toda la población a nivel planetario podría vivir en condiciones dignas. Tener lo suficiente para comer, tener un techo, sanidad, acceso a la educación, etc. Si esto se distribuye adecuadamente…
Pressenza: Se conoce que hoy el mundo tiene la capacidad para poder brindar alimentación y condiciones de vida a todos. Pero esto no sucede.
J.P.: No hay voluntad política, porque los políticos son esclavos del poder financiero internacional.
Pressenza: Hablábamos de las ventajas y desventajas. ¿Cuáles son las limitaciones que hasta el momento se pueden encontrar, viéndolo de manera objetiva?
J.P.: Mira, eso que dicen que va a generar vagos, gente que no quiere estar empleada, bueno, eso se ha demostrado que no es así en los estudios de experiencias de renta básica que hemos realizado. También se han hecho pruebas entre colectivos, con población a la cual le ha tocado “sacarse la lotería” con un salario alto asegurado por 25 años. Bueno, ha ocurrido que esas personas no solamente no han dejado de trabajar, algunas sí han cambiado de empleo, otras han seguido en su empleo y otras han dejado su empleo, pero para poner en marcha otras actividades productivas, una empresa. Curiosamente, lo que se ha dado es más vuelo y creatividad con empleos de otro tipo.
Pressenza: ¿Y por qué crees que sucede eso?
J.P.: Simplemente, porque no tienes el agobio, no tienes la angustia de no saber cómo dar de comer ese día a tu familia, por ejemplo. Está demostrado que no es así, que no provoca vagos.
Pressenza: Entonces, el mismo agobio que las personas tienen por la presión económica hace que uno acepte lo que venga, la misma necesidad te obliga a aceptar condiciones que no están bien para tu condición de ser humano, o de trabajador. Pero lo tienes que hacer porque necesitas tener un ingreso.
J.P.: Es que es así. Te digo, acá en España, por ejemplo, después de la crisis del 2008 que ha durado algunos años, ahora empezamos a vivir en una especie de burbuja extraordinaria. Pero en aquella crisis, había el término para hablar de los “mileuristas”, sobre todo jóvenes, que ganaban 1000 euros al mes. Aquello no era un término declaratorio. En estos momentos hay mucha, mucha población que no gana mil euros al mes, se bajó a 700, 800 euros, en muchos casos, y eso no ha subido. Pareciera que la situación económica global a nivel macroeconómico hubiera cambiado a nivel positivo. Así es que mucha gente estamos ante la situación de que con empleo no tiene economía para llegar a fin de mes, para mantenerse hasta fin de mes, ¡pese a estar empleado! Así que es una situación muy compleja el tema de la situación económica.
Y sobre los elementos en contra, otras razones, además de “por qué se va a dar a alguien eso, porque produce vagos”, es que no hay fondos suficientes, el Estado no cuenta con economía suficiente para poder pagar una renta básica. Este es uno de los mayores argumentos. En el caso de España, hubo un estudio hecho por tres economistas catalanes que demuestra cómo se podría pagar, aplicando o cambiando un impuesto directo sobre las personas que participan de la declaración de la renta. El tema es que ese impuesto afectaría a los más ricos. Es decir, los más ricos tendrían que pagar más, de acuerdo con su declaración. No estamos hablando de evasión fiscal, no estamos hablando de otro tipo de impuestos a sociedades o empresas, sino en la declaración personal que cada uno hace. Los más ricos pagarían más y los más pobres pagarían en proporción lo mismo, solo que a cambio recibirían más con esta renta básica, con lo cual mejoraría en conjunto en sus ingresos. Sobre todo, a los empresarios no les interesa porque salen afectados directamente y, si hablamos de los políticos tradicionales como defensores de este sistema económico, no les interesa meter mano para cambiar el sistema impositivo.
Básicamente, estas son a mi modo de ver las tres grandes dificultades que se plantean. Una, el hecho de que no hay fondos, que no es cierto; por otro lado, no solamente eso, sino que además, si todo el dinero que se va ‒-hablo del Estado español por ejemplo, que conozco datos en conjunto‒, si todo el dinero del gobierno se destina a empresas de armamento, comprando un armamento que no necesitamos para nada, por compromisos previos con esas empresas, de las cuales algún dirigente ha llegado a ser ministro del Ejército, o bien desvían fondos públicos para rescatar a bancos, por ejemplo o inversiones que han hecho grandes empresas en carreteras que no eran necesarias, etc. Si todo eso que se ve, en lugar de desviarlo hacia amigos, se destinara al bienestar de la población, por supuesto que hay dinero de sobra para la renta básica.
Pressenza: En realidad, se diría que hay las condiciones para establecer la renta básica universal, pero falta la voluntad política.
J.P.: Así es. Las comunicaciones, la tecnología, todo nos permite en este momento poner en marcha cualquier proyecto en cualquier parte del planeta. Es interesante examinar cómo piensan esta propuesta en Latinoamérica. Este es otro tema que lo desarrollaremos en otra oportunidad.
Por otra parte, fíjate que ya empieza a haber empresas que lo defienden, por ejemplo, Facebook defiende una renta básica porque ‒y esta es una interpretación absolutamente personal‒, ellos ven que esto va a colapsar, es decir, que los avances tecnológicos que por un lado nos producen muchos beneficios, pero por otro lado, van generando cada vez más desempleo, nos guste o no nos guste. También creo que ellos, en este caso, son gente más joven con otros planteamientos. Y no es que los empleos se vayan a modificar, de todos modos van a ser distintos, van a haber menos empleos, porque van a ser las máquinas las que van a reemplazar trabajo actuales, lo que por otra parte nos parece genial.
Pressenza: Pero eso, ¿no sería que ellos tienen una motivación económica para que la gente tenga poder adquisitivo y así asegurar el consumo?
J.P.: Por supuesto, en mi interpretación, de hecho, no queda claro si una renta básica sería además a cambio de beneficio de una sanidad universal, por ejemplo, pero en todo caso se lo están planteando porque ven que esto, así, no tiene solución, que esto va al colapso total.
Pressenza: Hablemos un poco de las experiencias que hubo. En Finlandia, por ejemplo, el gobierno ejecutó un plan piloto este año para aplicar esta renta básica. ¿Puedes comentar cuáles fueron los resultados?
J.P.: Sí, se ha puesto en marcha y también en Ontario, Canadá, por ejemplo. Se han puesto en marcha experiencias en distintos lugares. Distintos amigos de las organizaciones humanistas que promovemos la renta básica hemos estado siguiendo estas experiencias. En Finlandia, justamente, han podido entrevistar a uno de los beneficiarios de una renta básica allí y él explicaba cómo poder contar con ese dinero le ha cambiado la vida positivamente. La experiencia piloto está todavía por analizarse en conjunto, pero lo evaluado hasta el momento es positivo, del mismo modo que es positivo en Canadá. Aunque parece que son proyectos que van a terminar en esa experiencia piloto.
Pressenza: ¿Por qué crees que no lo van a implementar?
J.P.: Personalmente, creo que por presión, probablemente de las multinacionales. Porque ponerlo en marcha, que funcione e implementarlo en un país es la revolución. A partir de ahí se puede dar un salto muy potente y además rápido. Puede ser un elemento como una ficha de dominó que mueva todo. Me parece que no va a estar fácil. Porque habrá resistencia a la implementación, pese a que siempre que se ha puesto en marcha, se ha demostrado lo positivo que ha sido para la población afectada.
Pressenza: Pero los que están impulsando esta propuesta están tomando en cuenta estos casos que aparecen en el camino y que se tendrían que subsanar para poder implementarla.
J.P.: Sí, pero si hablamos de presiones, no lo sé.
Pressenza: ¿En el caso de Canadá, donde se ha logrado una importante protección de la población que llamamos acá “vulnerable”, como mujeres, niños y ancianos, e incluso se ha creado un impuesto que otorga pensión a los mayores de 65 años, ahí también hay resistencias? ¿Cuánto tiempo más tomaría su implementación?
J.P.: Pero fíjate que esta propuesta universal nos ha costado mucho esfuerzo. Y ha habido mucha intencionalidad detrás, mucho movimiento ciudadano detrás. En un país con sistemas de pensiones a partir de los 65 años, que tienen una pensión mínima universal, en España, por ejemplo, hay un mínimo y un máximo de pensión, pero toda la población a partir de esa edad tiene una pensión. Todo eso ha sido ganado con mucho esfuerzo. Entonces, si te fijas, es como la consecuencia asociada en muchos casos al empleo, a lo que se ha generado. Por ejemplo, yo tengo una pensión porque he estado trabajando toda mi vida, mientras que lo de la renta básica es algo más nuevo, es desligar el tema del empleo al ingreso, a tener asegurada la subsistencia. Y eso rompe con muchos esquemas. Como hablamos a lo largo de la entrevista, eso también da alas, libertad a quien va a aceptar un empleo de un tipo u otro, libertad para elegir, para poner condiciones. Entonces, estamos tocando muchas cosas, porque de pronto pierden poder de control de la población.
Pressenza: Por eso las resistencias…
J.P.: Sí, me parece que sí, que tiene que ver mucho con eso.
Pressenza: Finalmente, cuéntanos un poco cómo está la movida ciudadana respecto a la renta básica en Europa, no solamente España. ¿Cuántas personas participan, colectivos…?
J.P.: Mira, hay actividades en todos los lugares, y cada vez hay más gente que la defiende. En Europa es prácticamente un tema, al menos en la Europa occidental. En Norteamérica también. Tanto en Canadá como en Estados Unidos es un tema que se habla permanentemente, en Asia también hay todo un movimiento, en India y en Hong Kong, por ejemplo, en Corea. Digamos que tampoco son movimientos populares y que la mayor parte de la población apoye, pero cuando la gente lo va conociendo, lo va apoyando cada vez más. Y ese es un indicador claro de la importancia que tiene, del impacto y es el motivo que explica por qué está avanzando tan fuertemente. Y en Latinoamérica se empieza a hablar, por ejemplo, en Brasil ha habido en la anterior legislatura un senador que habló de ello, distinto, pero sí hablaba de un ingreso básico y he visto que en Argentina también ya se ha hecho una jornada. En Chile también. A mí me parece que con la primera conferencia que dimos allí a principios de enero de este año, se abrió una vía y ya he visto que se han hecho una o dos conferencias más. Así que eso me alegra profundamente y en el próximo año, entiendo que con el Foro Humanista Latinoamericano también se le va a dar cierto vuelo al asunto. El próximo año vamos a ir con un documental que se va a presentar en ese simposio. Vamos a recorrer distintos países de Latinoamérica y de ahí vamos a ir a Estados Unidos.
Quiero recalcar que en este momento estamos en un momento fundamental de la historia, en una encrucijada. En este momento de la historia, por primera vez hay riqueza suficiente para que toda la humanidad pueda vivir dignamente, por un lado, y esa riqueza, por otro lado, está producida por los avances tecnológicos que cada vez más van produciendo más riqueza, que es exponencial y que al mismo tiempo produce menos empleo, pues las máquinas van a ir sustituyendo el empleo de las personas. Eso, que en general parece un desastre, porque tenemos asociada la subsistencia con el salario y a tener un empleo, ha llegado el momento de desligarlo por pura necesidad, porque no va a haber empleo para todos y eso que parece un desastre, a nosotros nos parece profundamente liberador. Una, porque si queremos trabajar vamos a poder hacerlo, si queremos estar empleados, podremos negociar mejor las condiciones y dos, porque si no queremos estar empleados, nos podemos dedicar a los trabajos que realmente sintamos que nos libera como seres humanos.
Así, la renta básica universal es posible porque hay riqueza suficiente. Es el momento de reivindicarlo, momento de dar un salto como nunca antes lo ha dado el ser humano. Y esto de la renta básica, en realidad, no sería el objetivo para la sociedad a la que aspiramos, sería como un primer paso para poder construir la sociedad en la cual el ser humano sea el faro central.
1 Periodista española, miembro del equipo europeo de Pressenza International Press Agency. E-mail: [email protected]
2 Peruana, comunicadora, redactora en la agencia de noticias Pressenza International Press Agency, directora del programa radial Entre Amigos y miembro del Centro de Estudios Humanistas Nueva Civilización de Lima, Perú. E- mail: [email protected]
3 Publicado en Pressenza International Press Agency. 09.12.2018 – Lima, Redacción Perú.